El grito de la muchedumbre

 

El grito de la muchedumbre debe evitar la conjura de la pasión, porque le venda de la pasión ciega, y hace ver sangre cuando las gotas son de vino. La muchedumbre nublada por el ardor de la exaltación, gritó al Redentor, “¡crucifíquenlo!”, mientras Pilatos vestido de hipocresía afirmaba que, “yo no veo culpa en este hombre”. Pero la muchedumbre insistió: “¡crucifíquenlo!”.

grito

En un ámbito parecido, quién pudiera pensar que uno de los científicos más grande de Francia y de la humanidad, fue guillotinado a los cincuenta años de edad, atendiendo al grito de la muchedumbre revolucionaria que pedía con cólera la ejecución de quien fuera considerado después, “Padre de la Química Moderna”. Ante aquel dramático espectáculo un compañero del científico presagió: “bastaron segundos para que rodara por el suelo la cabeza de Lavoisier, pero Francia necesitará siglos para ver nacer otro genio como él”.

 

Por el caso de la Odebrecht, en la cárcel están encerrados algunos hombres de vocación de Estado, acusados de corrupción, unos que otros son profesionales de vasta formación académica. Lo justo será como en cualquier caso, que las pruebas condenen o la falta de estas obliguen a poner en libertad. Se debe evitar que a la sala de juicio llegue el grito ensordecedor de la pasión.

 

Lo ideal sería que el procurador apreciara la obra que plasmó en el siglo XVIII el insigne pintor español Francisco Goya, en el dibujo que tituló “Divina Razón”, en el que se aprecia a la diosa de la justicia con la balanza en la mano izquierda y en la derecha una vara de azote, mientras se observan las aves carroñeras (cuervos) dispersas tratando de escapar. Y al pie del lienzo la frase: “no dejes ninguno”.

 

Años después, quizás recordando el dibujo de Goya, Víctor Hugo escribió en su libro, Las últimas horas de un condenado a muerte: “Muchas veces la muchedumbre convierte la balanza de la justicia en un látigo”. Ciertamente, se debe saciar la sed de justicia de la muchedumbre, pero evitando condenar a un inocente o liberar a un  culpable.

La justicia tiene venda para castigar sin importar el poderío de quienes violan la ley, mas no es ciega para clavar su espada sin precisión ni certeza.

jpm

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