El gran Nowitzki: Mucho más que 30,000 puntos
Si los caminantes hacen camino al andar, Dirk Nowitzki hizo camino, retiró arbustos, asfaltó la vereda y pintó la líneas para que otros jugadores internacionales utilizaran la autopista sin pagar peaje. Al alemán se le estrecha esa calzada que le acerca al final de su carrera, pero antes de que eso suceda, puso una de esas guindas para la posteridad que pocos han logrado: superar los 30,000 puntos y ser el sexto miembro del selecto grupo de máximos anotadores de la historia de la NBA, así como el extranjero que más puntos logró.
El que su impacto haya sido todavía mayor al de jugadores como Arvydas Sabonis, Patrick Ewing, Hakeem Olajuwon, Toni Kukoc, Yao Ming, Drazen Petrovic o Pau Gasol no es casualidad. Tiene mucho que ver con la constancia que demostró desde que, cuando era un crío, el básquetbol se convirtió en su tercera opción después del balonmano o el tenis. Aquel deporte que consideró de niñas le engrandeció más allá de su figura alargada, sus brazos de gigante y sus finas piernas. Con esa complexión y un tiro envidiable, el jugador de Dallas Mavericks se ganó el corazón de un país muy poco acostumbrado a contar con jugadores extranjeros de primer nivel, es decir, jugadores excelentes, que marcan una época.
Él también ayudó a asfaltar las despobladas mentes de muchos estadounidenses que no veían más allá del producto local, mentes parecidas a las que abuchearon a Kristaps Porzingis en el draft de 2015. Aquella noche fue como si la labor de Nowitzki no hubiera servido de nada, ahora se demostró que su manera de afrontar el juego desde hace casi dos décadas se acabó convirtiendo en la tónica general de los pívots y ala-pívots en la actualidad.
Si algunos nombres saben a yerba, el de Nowitzki sabe a madera de entarimado, a 19 años de baloncesto añejo pero tan fresco como para haber creado tendencia, su propia marca. Ningún hombre grande había salido de su zona de confort como lo hizo y como lo sigue haciendo el alemán. En aquel momento en que sacar trasero y dar la espalda al aro era la tónica general en lugar de aventurarse a salir al perímetro, a driblar, de lanzar o arquear la muñeca en la lejanía y a una pierna mientras el balón vuela hacia la red. Él fue el origen de eso que ahora llaman el ‘hombre grande moderno’. Los jóvenes que tienen ese estilo automatizado como Porzingis o Karl-Anthony Towns tuvieron buenos maestros amantes de Nowitzki. Los más mayores como Marc Gasol o Blake Griffin tuvieron que adoptar esas maneras pasados en años, no de pequeños.
Pocos han sabido patentar un estilo basado en la versatilidad de la manera en la que lo hizo el jugador de los Mavericks.
Si llueve detrás de los cristales, delante de ellos diluvia y caen récords como goterones tropicales. Nowitzki se moja. Además de ser el sexto máximo anotador de la historia de la liga, de ser el tercero que lo hace defendiendo los mismos colores durante toda su carrera (junto a Karl Malone y Kobe Bryant) en un grupo con cuatro miembros al salón de la fama (Kareem Abdul-Jabbar, Michael Jordan, Wilt Chamberlain y Malone), Nowitzki es el líder absoluto de una franquicia que antes de su llegada había llegado a los playoffs en seis ocasiones, mientras con él lo hizo en 15 de 18 temporadas con dos Finales disputadas y un campeonato de la NBA en 2011.
Ser el único jugador en la historia en superar los 30,000 puntos, los 10,000 rebotes y los 1,700 triples es una auténtica declaración de intenciones.
Si en algún pueblo colgaron de un cordel de esquina a esquina un cartel con banderas verdes, rojas y amarillas, en el suyo las pusieron negras, rojas y amarillas. El orgullo de una nación que se tuvo que conformar con una medalla de bronce en el Mundial de EEUU en 2002 y una de plata en Serbia y Montenegro en 2005 como sus éxitos más sonados, se tuvo que contentar con ver a su jugador más emblemático triunfar desde lejos.
Alemania disfrutó de él, pero también lo hicieron otras naciones europeas, latinoamericanas, asiáticas, oceánicas o africanas, todo jugador extranjero se miró en el espejo del germano, también los estadounidenses, por supuesto, o si no vean la reacción de LeBron James en las redes sociales después de que alcanzara el club de los 30,000 puntos.
Si decir amigo es decir vino, al ‘Gran Nowizki’ no le hace falta ni un trago de ‘white russian’, para volar porque él es el amigo de todos los que le admiran, porque su carisma nunca fue capaz de pasarse de la raya. Porque como hicieron otros grandes como Tim Duncan, su mejor ejemplo fue el de pasar desapercibido hasta que llegaron los momentos en los que tuvo que poner en liza todo eso por lo que será recordado y profundamente apercibido.
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