El Festival Presidente

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Discurría el año 1969 cuando un grupo de jóvenes empresarios norteamericanos se apresuraba a la organización de un festival de rock en un poblado ubicado en las afueras de New York. La gente del poblado ipso facto se enteró de la idea, objetó que ese lugar fuera utilizado para ese concierto. Luego de muchas desavenencias, las partes pudieron ponerse de acuerdo para la celebración del festival. El grupo organizador del concierto esperaba los días 15, 16, 17 y la madrugada del 18 de agosto del 1969 unas 60 mil personas al espectáculo, el cual tenía un costo de 18 dólares por todos los días de la fiesta rockera. Los Beatles objetaron presentarse allí debido a que trataron infructuosamente de que se le permitiera compartir tarima con otra banda que ellos apadrinaban. La banda del rock clásico Led Zeppelin tampoco aceptó la invitación al festival, pues consideraron muy aldeano el susodicho concierto. Sin embargo, a pesar de todos los inconvenientes, el festival de Woodstock recibió a medio millón de personas, al extremo de que la gente que lo organizó, tuvo que abrir las puertas, pues no contaban con la infraestructura suficiente para recibir a la multitud que asistió; con las imágenes captadas allí se hizo una película que recaudó cientos de millones de dólares; uno de los organizadores del multitudinario concierto logró millonarios beneficios fruto de ventas colaterales de actividades que luego fueron mercadeadas. En síntesis, el festival de Woodstock se convirtió en un mito no solo de la música, sino también de la época. Tomo el festival de Woodstock para parangonarlo, a pesar de las diferencias de espacio y tiempo, y ponerlo como ejemplo de cuando un determinado acontecimiento se convierte en leyenda. Y es que luego de ver los reportes de prensa, y los comentarios favorables sobre la realización del Festival de Presidente, estoy convencido de que esa actividad musical exhibe todas las condiciones para convertirse en un mito de la alegría caribeña, e igualmente un producto capaz de movilizar a miles de personas en toda Latinoamérica. Si al prestigio internacional de la cerveza se le agrega este exitosísimo festival de música, entonces la empresa se impondría por encima de la competencia en los mercados allende los mares. El Festival Presidente tiene todas las características para convertirse en un producto mercadeable capaz de que todos los tours operadores del país se vean en la necesidad de incluirlo por sus atractivos como un paquete turístico, apto para ser comprado por miles de turistas en diferentes países. Su propuesta artística y la organización hacen del Festival Presidente una oferta tentadora internacionalmente, lo que dinamizaría el turismo en la capital, permitiendo a los centros hoteleros en Santo Domingo recibir una significativa afluencia de turistas durante los días del concierto. Igualmente, las posibilidades del Festival Presidente son muchas, pues por ejemplo, no entiendo por qué esa poderosa compañía no produce y comercializa un DVD ( en blu ray) del popular acontecimiento artístico. Si para eso se requiere que aparezca en los contratos de los artistas la comercialización de las imágenes, pues que aparezca (eso no podría ser tanto que la empresa no pueda complacerlos). Un DVD de un acontecimiento musical de esa envergadura, como lo es el Festival Presidente se convertiría en “pan caliente” en todas las tiendas latinoamericanas de discos y películas, lo que representaría ingresos extras para la empresa, y le disminuirían los gastos incurridos en la preparación del evento. La cultura caribeña es rica en música, y la gente nuestra es sinónimo de alegría; sin embargo, todavía ese regocijo no se ha convertido en un significativo incremento del turismo, a pesar del esfuerzo que hacen las autoridades del Ministerio de Turismo. Se puede mencionar el caso de La bachata, expresión musical nuestra que se pegó sola en el mundo (una vez en Suiza sonaba una canción de Aventura en una pista de hielo en donde decenas de niños y niñas patinaban, y uno de los niños le preguntó a una niña en francés que de qué país era el grupo que sonaba, y la niña le respondió que de Africa), y aunque algunos países latinoamericanos intentaron evitar su penetración, la fuerza de este ritmo pudo más que los sentimientos chauvinistas. La alegría es un producto comercial exportable, y el país es una industria de la alegría. Si a esa espontaneidad se le agrega este Festival Presidente cada año, indiscutiblemente que con una buena propaganda internacional, tendríamos en ese concierto a miles de turistas de muchos países dispuestos a venir al país a disfrutar del pegajoso gozo del festival.

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