El fantasma del futuro

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EL AUTOR es escritor. reside en Santo Domingo.

El futuro representa el caos, como lo representa el pasado, porque del caos y de las grandes convulsiones de la energía,  se provoca el estallido de la vida.

    No somos más adelantados, por haber puesto en marcha la inteligencia artificial, somos más avezados.

   La evolución no significa un paso hacia adelante, sino que representa contramarchas, igual que la moda. Lo que resulta obsoleto hoy, mañana será venerado.

   Somos, desde el punto de vista biológico y molecular, una molécula que se repite o se copia a sí mismo. Nos repetimos ante distintos escenarios del comsos, desaparecemos y aparecemos en nuestro tiempo e invernamos como invernan las estrellas antes de que se produzca la nueva explosión de nuestras vidas.

   La repetición es el único valor permanente y con ella, la incertidumbre y el olvido.

   En el pluriuniverso molecular, el baúl macabro de la materia genera formas de vida capaces de reproducirse hasta el infinito.

   Lo que fuimos ayer, seremos mañana o el parecido, lo que viviremos mañana ya lo hemos vivido. Corremos la misma suerte de las estrellas.

   La modernidad, lo contemporáneo, son valores relativos, que nos enmascaran los sucesos que ocurren en un tiempo determinado.

   Por eso la muerte, por muy inescrupulosa e inevitable que parezca, resulta imprescindible. Consumida nuestra energía, vagamos como parte del material estelar en una especie de ruleta de la suerte.

   El futuro es un espejismo que nos confunde el criterio del tiempo. Lo que creíamos anticuado e irrelevante, resulta lo más avanzado y viceversa.

   Nuestra incapacidad histórica ante las grandes incógnitas del desarrollo, como son las pirámides de Egipto, lo confirman.

   El futuro es un fantasma que aparece y desaparece, como aparecen y desaparecen las estrellas más rutilantes, jerarquizarlo es tarea inútil que nos aleja de la verdad de quiénes somos y de dónde venimos.

   No somos más avanzados porque viajemos más rápido, ni más modernos, porque nos guinden del cuerpo las marugas cibernética de la robotización que nos aqueja.

JPM

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