El discurso del presidente Medina

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

 

Si el discurso de rendición de cuentas el 27 de febrero ante la Asamblea Nacional y ante el país se hubiese dedicado a darle de comer a los canarios de la política nacional y a los verdes, grises y negros que están detrás, entonces la solemnidad que la Constitución de la República le reserva al Presidente para esta ocasión se hubiese esfumado su luminosidad.

Y si el jefe de Estado se hubiese prestado a hacer las veces de un cómico de los tantos que tiene el país que hacen reír a los espectadores, esa protocolaria alocución del presidente Danilo Medina Sánchez no debió entonces haber sido pronunciada desde la majestad de una asamblea sino en un circo entre payasos, malabaristas, trapecistas, enanos, amazonas e ilusionistas políticos disfrazados de colores.

 

El presidente Medina en su discurso no se intimidó con las amenazas del color gris que no es negro y negro que no llega a gris de los cuervos y, en cambio, enseñó sus músculos como ningún otro mandatario se había atrevido exhibir frente a la termoeléctrica de Punta Catalina, dijo: «En la actual situación, como en todos los casos en los que no hay verdadera competencia, siempre hay unos pocos que se benefician. Y algunos son ahora los que se apresuran a decir que se pare Punta Catalina».

 

El jefe de Estado fue aún más lejos en sus apreciaciones sobre Punta Catalina. Veamos: «Cuando la central de Punta Catalina entre en operación a plena capacidad generará 5.5 millones de mega vatios/hora, el equivalente a un poco más de la tercera parte de la demanda anual proyectada para el año 2018 en el país. Y ahora lo más importante: Punta Catalina generará esa energía a un costo de 7.5 centavos de dólar el KW/h.

 

Danilo Medina se preguntó frente al país: «¿Y qué implica eso? Muy sencillo, para aquellos que han facturado durante años al pueblo dominicano una de las energías más caras de América Latina supondrá pérdidas millonarias, o mejor dicho, dejarán de ganar millones de dólares. Estamos hablando de un mercado de más de 600 millones de dólares».

 

Y el pueblo ciego firma libros verdes haciéndole el juego a los carroñeros que pretenden seguir aprovechándose de los gobernantes que son complacientes en extremo con la clase económicamente dominante y oportunista. Estos hombres y mujeres circenses levantaron una inmensa y colorida carpa frente al país, se sentaron a esperar que comenzara el espectáculo frotándose las manos, como aquel poema titulado «Dame la mano y danzaremos», escrito por Gabriela Mistral.

¿Qué esperaban los verdes, los amarillos, los rojos y los grises más negros que grises que expresara el presidente en su discurso del 27 de febrero?

 

Supongamos que el jefe del Estado desde aquel estrado sublime, como hizo en una ocasión el emperador romano Claudio, hubiese convertido la Asamblea en tribunal en el que se hubieran hecho juicios públicos y decretado arrestos contra los funcionarios supuestamente corruptos sustituyendo la competencia del procurador general de la República, ¿qué hubiese sucedido al siguiente día?

Es posible que los medios de comunicación hubiesen llenado el país escribiendo que el jefe de Estado se excedió en su deber y tomó la justicia en sus manos sustituyendo las funciones que les competen a los tribunales. Palo si boga y palo si no boga, refrán atribuido a la fabula de Esopo El hijo y el asno, que explica que no importa cómo hagas o resuelvas una situación, siempre será considerada dicha solución como equivocada.

 

Por el contrario, el presidente Medina entendió la preocupación de los espectadores, quienes desde las graderías lanzaban voces que clamaban: «¡Que comience el espectáculo!» «¡Estamos ansiosos de diversión!» «¡Vamos, señor presidente, complázcanos!» «¡Cásese con la gloria!» Aquellos políticos parecían como si fueran osos hambrientos esperando salmones en los torrentes de agua.

 

Para tratar de calmar a aquellas voces encantadoras de serpientes el presidente les dijo: «Soy perfectamente consciente de que existe un clamor popular por conocer, en profundidad, lo sucedido en el denominado caso Odebrecht en nuestro país. Hay un clamor por conocer la verdad y por castigar a los culpables. Sé también que el pueblo dominicano desea escuchar mi posición sobre este asunto».

 

No obstante, el presidente Medina, que tenía que llenar su propia agenda constitucional, a manera de calmar los ruidos y clamores de los verdes, los rojos o los azules, les prometió: «…desde ahora mismo les adelanto que al final de mi intervención me referiré a este asunto que ha levantado la justa indignación de tanta gente.

Sin embargo, antes de llegar a ese punto, debo hacer lo que exige nuestra Constitución y usar esta tribuna para rendirle cuentas al Congreso y al país sobre los avances alcanzados en el último año y además lo que nos proponemos hacer en los años siguientes».

 

Frente a esa ingeniosidad del presidente el silencio no se hizo esperar. Todos se miraron a las caras y hubo signos de frustración en sus rostros. Hubo también quienes de enojos golpearon los asientos. Entonces, el jefe de Estado comenzó a hablar de crecimiento con derechos sociales, de los frutos obtenidos, de los más de cuatrocientos mil turistas, de la expansión de las zonas francas, de la superación de los más de cien mil empleos alcanzados y de los incrementos de salarios, etc.

 

Pero la oposición disfrazada de verde, de amarillo o de rojo no quería oír hablar de esos números ni de los éxitos del Gobierno y del país, ansiaba que el presidente Danilo Medina Sánchez abriera su discurso ante el Congreso con un toque de fanfarria politiquera, como diría el músico y poeta argentino Miguel Abuelo: «¡He venido a mover y dar marcha a la fanfarria!».

Sin embargo, el presidente ni se vistió de bufón para divertir a la oposición ni tampoco hizo lo que querían los verdes y el Partido Revolucionario Moderno (PRM), que transformara aquella solemne asamblea el 27 de febrero en un teatro para opereta bufa, dándole paso así al populachero político que se cree con derechos y la fuerza moral para dictarle pautas al mandatario.

 

El presidente Medina después que salga del poder será como Sila, que cumplido sus objetivos de restaurar el funcionamiento de las instituciones republicanas en Roma volvió a la condición de simple particular convertido en un personaje extraordinario y un político sagaz y cuya carrera reflejó fielmente su época, siendo uno de los defensores de la legalidad constitucional, pero con la diferencia de que Danilo Medina no será como el legislador romano que propició la caída de la República.

 

El presidente en su discurso ante el Congreso y el país se apegó de manera convincente a informar sobre su lucha contra la pobreza, la erradicación del analfabetismo, de su estrategia a atacar las causas de la pobreza en su raíz, la atención hacia la primera infancia que no termina con una identidad legal y la modernización de la infraestructura de la salud. Muy poco se había hecho en gobiernos de anteriores partidos políticos en estos aspectos que son tan fundamentales para la vida saludable de nuestro pueblo.

 

Considero conveniente destacar lo que expresó tajante y categóricamente el presidente Medina en su discurso analizado aquí: «Estoy decidido a enfrentar todos los retos que sean necesarios para acabar con las viejas prácticas, para cerrar las puertas a los que se aprovechan para terminar con los privilegios, para abrir de par en par las puertas de las instituciones y dejar entrar la luz a todos los rincones del Estado».

 

Por otro lado, siempre tuvimos fe, como intelectual independiente, que el Ministerio de Cultura tendría un protagonismo importante bajo la batuta de Pedro Vergés, sin embargo, es ahora con lo prometido en el discurso por el presidente que se ha abierto un soplo de esperanza para que la juventud pueda participar de una auténtica cultura. No basta con invitar a la juventud a formar parte de una sincera iniciativa presidencial sin que los encargados de impulsar los proyectos culturales actúen como si el presidente no los convocara.

 

Habría que aplaudir y valorar de positiva la extraordinaria e incansable labor que viene realizando el presidente Medina por la recuperación de la agricultura en los campos del país. Las criticadas visitas sorpresas, de las cuales el presidente lleva 160 en todo el país, están dando frutos maravillosos y posibilitando la riqueza de pequeños y medianos agricultores que hacía tiempo que habían sido dejados a la deriva.

 

Recorriendo las florecidas campiñas de las tierras del país hemos notado complacidos lo que dijera alguna vez el periodista, escritor y político caraqueño Arturo Uslar Pietri: «La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar es la de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de las aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros».

 

Ni el tiempo ni las páginas de los periódicos nacionales e internacionales para los cuales escribo en idioma español y en inglés aceptarían un examen extenso del abarcador discurso del honorable señor presidente Danilo Medina, empero no debo finalizar este trabajo sin antes dejar impresa una humilde pero sincera recomendación: se necesita de urgencia adecentar las instituciones públicas para protegerlas de las tentaciones que crean los sobornos provenientes del sector privado de la construcción y de otros orígenes empresariales criollos y extranjeros.

JPM

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