El caso Jordi Veras

El señor Adriano Román un mal día entendió que al joven abogado y comunicador que litigó en su contra en los tribunales de justicia había que expulsarlo para siempre de este mundo, y en tal virtud contrató los servicios malditos de sicarios bien armados, pero desalmados para que lo asesinaran. Parodiando la “Oda heroica” de la insigne poetisa Carmen Natalia Martínez: «El ojo de la bestia le siguió la pisada, ojo y plomo a la espalda, como hacen los cobardes…» Aprovechando la soledad de una mañana escasa de gente, los matones del monstruo millonario ubicaron a Jordi, le apuntaron a la cabeza y accionaron el gatillo. Le dispararon directamente a la cabeza, al punto exacto del cuerpo humano hacia donde se dispara cuando se pretende matar o destruir de inmediato una vida; pero milagrosamente, Jordi no murió. Aunque sufrió daños físicos irreparables, el hijo del doctor Ramón Antonio Veras, agraciadamente, se le escapó a la muerte. O, como dice el puebl « Está vivo para contarla» El monstruo millonario no logró materializar su macabro plan de arrancarle la vida al licenciado Jordi Veras; pero sí pudo matarlo en otros sentidos, no solo a él, sino también a su padre, Negro Veras, y a otros miembros de la familia. A Jordi, Adriano Román le mató la visión de uno de sus ojos. A Jordi, Adriano Román le mató la confianza de desplazarse libremente sin temor. A Jordi, Adriano le mató o destruyó posibles metas establecidas para ser logradas en los meses o años posteriores al atentado sufrido. A Jordi, Adriano le quebró parte importante de las columnas que sostienen su edificio emocional. Para entender esto, solo hubo que escuchar sus estremecedoras palabras en el juicio final contra el monstruo millonari «Esto que ustedes ven ahí es una prótesis… Yo no tengo vista… Yo le pagaría a Adriano para que me devolviera la vista…» Solo hubo que verlo llorar al escuchar de boca de uno los sicarios al servicio de Adriano la forma como se organizó el plan para matarlo. Ya nos podemos imaginar la impotencia y la tortura que lacera su alma atribulada e cuando uno de sus niños, como él mismo confesó, le pregunta: «Papi, ¿cuándo tú te vas a sanar del ojo?» La vida emocional de Jordi Veras, por muy fuerte que sea su estructura mental, se divide en dos: antes y después del atentado en su contra. Pero no solo a él. Había que ver también al padre de este y otros de sus hijos y hermano de Jordi llorar en el tribunal, para formarse una idea de cómo ha afectado emocionalmente a los miembros de la familia Veras lo que le ocurrió a su pariente. Cuando un hombre de la reciedumbre no solo moral, sino también espiritual como Negro Veras llora, hay que suponer cómo anda su mundo interior. Al doctor Negro Veras, posiblemente, Adriano Román le mató o robó varios de los años que estaba supuesto a vivir en condiciones normales. Por todo lo dicho hasta aquí, y para compensar una mínima parte de los daños causados por el monstruo millonario y sus sicarios, es que todos esperamos que la condena propuesta por el ministerio público en contra de estos, y que se dará a conocer el próximo martes, se cumpla al pie de la letra.

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