El Cardenal frente a la sentencia 0168/13

Un breve
recuento histórico nos revela que la República Dominicana es un país edificado
sobre la mentira y otros engaños. Desde su creación en 1844, sus gobernantes,
salvo contadas excepciones, han sido unos embusteros. Es como si toda la nación estuviese compuesta
por un conglomerado de mitómanos, donde principalmente los políticos y jerarcas
religiosos, no tienen empacho en pasarse todo el tiempo usando de sofismas en
sus carreras por dinero y poder.

De este cumulo
enciclopédico de mentiras no hay que abundar mucho ni traerlas a colación,
porque las mismas son conocidas por todos, situación está, de la que se
desprende que somos una sociedad edificada sobre la falsedad absoluta. En este contexto, el cardenal López Rodríguez
sigue el mismo libreto milenario de mentir de su iglesia y los políticos. Por milenios, los jefes de su iglesia nos han
hablado de vírgenes y milagros que no existen y adoctrinado con dogmas y
preceptos enriquecidos con supersticiones que ya sabemos son argucias para
reclutar gente por esos medios.

Somos un país
independiente, no tutelados por nadie- establece el cardenal- cuando él sabe
que somos un país subyugado por los yanquis y por el mismo vaticano que él
representa. El cardenal miente al decir, que hay una “confabulación perversa”
de naciones y poderes políticos y económicos para fusionar nuestra República
con Haití, pues, el bien sabe, que eso fue un invento de Vincho y otros
“patriotas” usado perversamente contra el Dr. Peña Gómez como arma política de
Campaña.

El cardenal
miente cuando sostiene que los dominicanos hemos hecho por los haitianos más
que todos los países juntos que nos atacan. Miente en este aspecto, porque él
ignora adrede, que los barones de la caña y de otros rublos agrícolas, han
explotado por más de cien años, a los ascendientes y descendientes de esa gente
negra y pobre, que hoy con la aludida sentencia se le pretende despojar de
derechos adquiridos en dura y cruel lucha. También el cardenal soslaya a posta,
que miles de esos dominicos-haitianos, contribuyeron de manera significativa a
vigorizar la economía del país, cuando entregaron sus vidas en semiesclavitud,
al corte de la caña de azúcar en los ingenios, por salarios de miserias.

El aludido
Cardenal, da notas de soberbio megalómano, cuando usa en sus declaraciones la
expresión “Yo no acepto eso” como si él
fuera un verdadero Dios al que hay que rendirle cuentas de manera reverente.

Ante toda la
prepotencia e ínfulas de este hombre, es de lugar preguntarnos: ¿dónde está la
humildad y la humanidad cristiana de este ser, que dice ser representante de
Dios sobre la tierra? Pero además, podemos confiar en este hombre que siempre
ha estado del lado de los poderosos, y
que llama chusma a la gente del pueblo y que ahora está haciendo causa común
con los Vincho Castillo y Ramfis Domínguez Trujillo?

¿Se puede
confiar-pregunto de nuevo- en una autoridad todopoderosa como ésta que llega al
colmo de decir a contrapelo de una realidad, que la iglesia católica es la
institución que más ha hecho contra la pederastia?

Entender que la
Sentencia 0168/13 es violatoria del Principio Universal de la no retroactividad
de la ley, y que el concepto “tránsito y transeúnte” han sido distorsionados de
mala fe, es cosa sencilla para los que aman la justicia y la verdad.

El cardenal
sustenta que esta sentencia hay que acatarla simple y llanamente porque es
emanada de unos de los poderes independientes del Estado. Me gustaría saber cuál sería la reacción de
este “Vicario de Cristo”, si mañana este mismo tribunal produce una sentencia
anulando el Concordato por inconstitucional. Pero además, yo creo que tenemos
que analizar si sería sensato acatar cualquier sentencia que provenga de este
tribunal, aún sea un disparate lo evacuado.

Señor
Cardenal…todo esto sería fácil de entender y resolver, si su corazón se
acogiese a la predica del Cristo, en cuanto a ponernos del lado de la causa de
los más necesitados. Hay 200 mil dominicanos descendientes de haitianos que
fueron esclavizados por la clase social que usted defiende. Si somos justos, no
debemos desnacionalizarlos y caer en esa injusticia, porque así lo queramos
medalaganariamente.

¿Señor Cardenal,
qué lo motiva a usted a irse contra sus semejantes de condiciones paupérrimas?
¡Por Dios! no más incitaciones a repetir modalidades de cruzadas,
inquisiciones, genocidios, holocaustos, apatridia y otros sufrimientos a nuestro prójimo, que
con tan solo ser justos podríamos evitar. Por favor, que cesen el odio, las intrigas y
el racismo, y que estos negativos sentimientos sean suplantados por el amor, la
solidaridad humana y la justicia.

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