El camino malo

¿Es la fusión de los dos Estados que comparten la isla de Santo Domingo una idea revolucionaria y progresista?
Durante años una porción pequeña pero influyente de políticos creyó en los remedios milagrosos de las ideologías. Los dominicanos nunca confiaron, y lo demuestran las encuestas electorales, en esos vendedores de milagros, picos de oro que les prometieron una falaz redención con ideas políticas y abstracciones que ya no tienen adeptos y con revoluciones fabulosas que ya movilizan a nadie.
En un mundo globalizado, penetrado por las alianzas de los bloques económicos y en la vecindad de Estados Unidos, la única ambición política que no ha sido reducida a escombros, es la nación. Que la República Dominicana pueda preservar su soberanía, su independencia y darle continuidad al Estado fundado en 1844, que es la realidad que defienden a capa y espada más de 160 Estados independientes del mundo.
Todos los que han creado un proyecto revolucionario lo han hecho en nombre del pasado. En Nicaragua, los revolucionarios que derrocaron la dictadura de Somoza volvieron a los ideales de Augusto César Sandino. En Cuba, Fidel Castro y los doce barbudos que bajaron de la Sierra Maestra para implantar un régimen revolucionario reivindicaron los ideales del apóstol José Martí y los grandes episodios de su independencia. El Subcomandante Marcos y los guerrilleros de San Cristóbal de Las Casas se proclaman como herederos de Emiliano Zapata y de sus gloriosos guerreros. En ningún caso, los revolucionarios del continente han renunciado al patriotismo. En ningún caso, se han propuesto implantar una dominación extranjera
En lugar de defender la Independencia nacional, el cambio que nos propone el conciliábulo de fuerzas extranjeras, las ONG pro haitianas y sus peones dominicanos, es un salto al vacío. No es una revolución, sino un retroceso. No es la entrada en una resurrección, en una era de progresos, sino la entrada en capilla ardiente. Se nos propone una idealización del régimen opresivo contra el cual lucharon Juan Pablo Duarte y los trinitarios. Se nos plantea una balcanización política y cultural. La aplicación del decreto 327/13, de la Ley 169/14 y del decreto 250/14 de Reglamento de la Ley quebrantando la Constitución, la Ley de Migración 248/04 y todas normas jurídicas establecidas, es la maquinaria jurídica que terminará traspasándole los problemas haitianos a la República Dominicana.
Durante un tiempo, el presidente se mantuvo viviendo en la ambigüedad calculada. Ninguno de los aliados podía establecer cuáles eran sus verdaderas convicciones. Su objetivo era darles la razón a todos. A la Constitución de la República y a los que la combaten. Al Tribunal constitucional y a sus enemigos jurados. A los compañeros de batalla que le han acompañado en su llegada al poder, y a los antiguos adversarios, que han penetrado en entorno para manipularlo. En una primera etapa, se entregó a la indecisión plena, en secreto, se preparaba el zarpazo. No es verdad que el tiempo, curará heridas cada vez más profundas y, que la voluntad de un jefe de Estado pueda y deba suplantar a las instituciones, que los abogados verbosos, a fuerza de retorcer la realidad, puedan legalizar todas las diabluras y sobre todo, no es verdad que la historia no tenga carácter trágico. No es verdad que por enarbolar ideales, que suponen la liquidación de nuestras formas de vida, los traidores tengan una superioridad moral sobre los dominicanos que defienden su patria, amenazada como nunca antes en toda su histori.
Aquellos que han ignorado olímpicamente al pueblo dominicano, deberían recordar las palabras que escribiera Juan Bosch sobre las revoluciones:
“Una revolución se hace para beneficiar al pueblo, no para castigarlo, y el pueblo tiene que estar convencido de eso o no la apoya, porque nadie da su respaldo a lo va hacerle daño. Los verdaderos revolucionarios se distinguen por su enorme amor al pueblo, no por el tono colérico de sus discursos y proclamas ni por la violencia de sus hechos”.
¿Qué tipo de progreso traerán consigo unas maniobras jurídicas que les entregarán oficialmente, sin cuotas , los empleos de la agricultura, de la construcción, los trabajos informales a una mano de obra extranjera? ¿ Por que han excluido a todos esos dominicanos, víctimas de la suplantación, del proyecto nacional? ¿Cuál es el porvenir que hay detrás de la supresión de la independencia nacional, del abandono de la continuidad del Estado y del respeto a la Constitución? ¿por qué le han dado la espalda, a principios incuestionables, como la autodeterminación de los pueblos, la separación de los poderes ? El pueblo dominicano se enfrenta a la mudanza de una nación colapsada, sin horizontes, sin rumbo político. Una nación que intenta salvarse a expensas de la cohesión nacional de los dominicanos.
La historia es un cementerio de inventos fracasados, de ilusiones perdidas y de ideas estúpidas cuya aplicación han hecho sufrir a los pueblos que les han permitido a políticos traidores jugar con su porvenir.
Lo prioritario para el Gobierno no es el pueblo dominicano, sino la población haitiana, a la que ha prometido entregarle la documentación pagada con el presupuesto nacional. En los consulado del país, los hijos de dominicanos deben pagar sumas que pueden alcanzar incluso los 500 dólares para obtener un acta de nacimiento. Para los haitianos ilegales, el papeleo le saldrá totalmente gratis. De manera que la destrucción de nuestra sociedad, la desaparición de la cohesión que tiene necesariamente que existir entre las élites económicas, el mando político, la clase media y el pueblo en general, será financiada con nuestro propio dinero. Los haitianos obtendrán en República Dominicana lo que ni siquiera le otorga su país, papeles gratis. A los políticos hay que evaluarlos no por las mentiras que nos cuentan, sino por las medidas que toman. Sin dudas estas medidas demuestran la preferencia por los haitianos que tiene el mando político, actitud que se ha transformado en desprecio por los dominicanos. A los que se les despoja de los mecanismos de supervivencia, a los que se obliga a inscribir en el Registro Civil al que va a suplantarlo. A los que se les somete a las más grande de las humillaciones: ser tratados como extranjeros por sus propias autoridades.
La República Dominicana se encuentra en una encrucijada de dos caminos.
<!–[if !supportLists]–>·<!–[endif]–>Por el camino malo, se llega a la desnacionalización masiva del empleo a manos de una inmigración masiva e ilegal procedente de una nación destruida; se llega a la desaparición de la frontera , que protegen la unidad de la nación; a la importación masiva de enfermedades del país más insalubre del continente; al aumento del narcotráfico, la prostitución, la delincuencia, la falta de oportunidades ; la destrucción de la unidad nacional; la desaparición de todos los progresos acumulados por todas las generaciones pasadas. Más enfermedades, más desempleo, más analfabetismo.. Por el camino malo se llega a la importación de todos los problemas de Haití y a la anulación de la Independencia Nacional.
<!–[if !supportLists]–>·<!–[endif]–>Por el camino bueno, sólo puede llegarse con la construcción de un amurallado fronterizo, un corredor productivo binacional, que estimule las fuerzas alicaídas de una sociedad de asistidos sociales, que implique la recuperación del 21% del territorio nacional que representan nuestras provincias fronterizas. Un sueño que nos devuelva simbólicamente la idea nación, de territorio y que centre el esfuerzo nacional en nuestra patria. Porque nosotros no podemos vivir sin la República Dominicana, y no vamos a permitir que desaparezca en el naufragio sin nombre del vecino. Por el camino bueno se le pone punto final a la dominación extranjera; se le restituyen los empleos a los dominicanos, fundado el estricto cumplimiento de la Ley; evitamos que nuestros parques nacionales sean carbonizados por las necesidades de las poblaciones depredadoras; por el camino bueno hacemos cumplir la Sentencia 168/13 que establece, que los descendientes de extranjeros no residentes, tal como ocurre en toda América, desde México hasta Chile, no les corresponde la nacionalidad dominicana. Por el camino bueno restablecemos la autoridad del Estado, el respeto de las instituciones, de la Constitución y las leyes, la responsabilidad del Gobierno de respetar el patrimonio de toda una nación. Por el camino bueno se crearán empleos para los dominicanos en las grandes inversiones públicas, en la agricultura y en el sector informal. Se recuperará el rumbo político de la nación. Por el camino bueno podremos soñar con la felicidad, el bienestar, la tranquilidad, la independencia y los progresos del pueblo dominicano.
Necesariamente, para sobrevivir los dominicanos tendrán que abandonar el camino malo. La suplantación de la sociedad dominicana por un invento binacional, abusando de la indefensión del pueblo, no es la llegada de un radiante sueño, de nuevas esperanzas, sino la implantación de una pesadilla.
Los políticos y los empresarios podrán, si lo desean tener una nacionalidad de aeropuerto; pero el pueblo dominicano sólo tiene esta patria, es su única propiedad, y esta obligado a defenderla como lo ha hecho siempre. El 20 de octubre de 1884, Martí le escribía estas palabras al General Máximo Gómez:
Respetar a un pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza. Servirse de sus dolores y entusiasmos en provecho propio, sería la mayor ignominia.

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