El bendito libro de Andrés Acevedo

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

 

Las ilusiones de un infortunado escritor de provincia, sin un apellido grandilocuente y de piel cetrina, pretender no convencer al Estado nacional sino tomar el bajadero de la red del exministro de Cultura que financie la publicación de un libro que recoge circunstancias, instituciones y vivencias que tienen que ver con la memoria histórica de una provincia como Santiago es justificable.

 

Como se trataba de un escritor y un reconocido hacedor cultural proveniente del proletariado urbano que ha logrado influir por su eventual modestia y su talento en el ánimo de personas de Santiago allegadas o zalameros del exministro, José Antonio Rodríguez; al parecer ese vínculo pudo haber facilitado la costosa publicación de esta obra, además con la misma quedararía en el imaginario como un hecho de la gestión de su Ministerio de Cultura

 

Al mismo tiempo discurrimos en la idea de que si no hubiese sido por la osadía de este escritor los santiagueses se hubiesen perdido de leer un texto interesante que facilita la investigación de elementos de la histórica que aparecen reseñados en el libro «Instituciones culturales de Santiago de los Caballeros (Origen y evolución)».

 

El autor lleva al ávido lector en su obra por un recorrido romántico —si se quiere— por unos corredores de la memoria de una provincia que ha sido y es aún epicentro y base de grandes hechos que narraron momentos gloriosos de su vida nacional y territorial.

 

Aprovecho este espacio que me brinda la obra de Acevedo para decir que no es cierto que Santiago haya perdido su prosapia ni que sus empresarios estén en quiebra. Lo que sucede es que ha habido una evolución y una manera diferente de hacer negocios a nivel mundial y algunas personas parece que no han entendido estos cambios de paradigmas.

 

Después de esta digresión, paso a continuar con el propósito de este trabajo. Se puede también apreciar en este libro de Acevedo los nombres de personas quienes en su tiempo fueron iconos del desarrollo socioeconómico, cultural y político en la provincia. Muchas de esas figuras son desconocidas por las presentes generaciones de santiagueses.

 

Queremos aprovechar la puesta en circulación de esta magnífica obra y este artículo para sustentamos en una frase de Cicerón, la cual podría servir de estímulo a la juventud de hoy día para que cuando tengan alguna duda sobre un hecho histórico recurran a su memoria histórica y así a través de esta fuente y de estos aportes disponibles fortalezcan su conocimiento. Veamos: «No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser insensatamente niños».

 

La enjundia de Andrés Acevedo está impregnada de un hermoso y certero didactismo, el cual emplea con suma destreza escritural en su obra comentada aquí. Llama la atención su meticulosidad al explorar la densa historiografía provincial en la que nos cuenta y retrata la influencia de Santiago como centro cultural, económico y político en la sociedad dominicana. Independientemente del valor de este trabajo uno podría reflexionar sobre si el mismo es investigación o recopilación. Para saber si la labor de Acevedo fue una o la otra debemos referirnos a un trabajo sobre el concepto de la investigación del escritor y crítico literario argentino Enrique Anderson Imbert, quien fue discípulo de Amado Alonso y de Pedro Henríquez Ureña en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina y luego profesor itinerante de la Universidad de Harvard, Estado Unidos de America.

 

En el libro se insertan informaciones recopiladas por su autor sobre la masonería y figuran también las personalidades que influyeron notablemente en el desarrollo y evolución de esta organización no religiosa de carácter secreto.

 

Esta hermosa obra recoge ricos detalles sobre la que fue en una época la actividad social en Santiago. Precisamente en esta temática el lector encontrará una fuente valiosísima para poder escudriñar y documentarse fehacientemente de algunos fundamentos del devenir histórico y el influjo que tuvieron las asociaciones de carácter privado en la ciudad de Santiago de los Caballeros, tales como el Centro de Recreo, el Club Santiago, entre otros.

 

Además, se puede apreciar en esta obra de Acevedo la participación destacada de sus forjadores, asimismo como los lugares donde tuvieron situadas estas emblemáticas asociaciones. Algunas de ellas han desaparecido debajo del polvo inexorable de la historia.

 

En su libro Andrés trata de transmitirle ingeniosamente al lector interesado en examinar hechos de la historia conocidos como memorables e irrepetibles de la historia política de los grandes administradores que pasaron por el antiguo ayuntamiento municipal de Santiago. Descubrirán no solamente el nombre, la reciedumbre moral y el carácter de uno de los síndicos que recuerda la historia municipal de Santiago, el licenciado Jorge Gobaira.

 

Podría decirse, sin lugar a duda, que después de este alcalde trascendental se han instalado a la cabeza del municipio hombres cuyas administraciones han sido moral y financieramente catastróficas para Santiago por el carácter depredador de algunos de los que han pasado.

 

Me permito hacer un alto en una parte del libro de Andrés Acevedo, específicamente donde trata el tema de la Sociedad Amantes de la Luz, por lo que ella toca fibras sensibles de mis vivencias y la de muchos jóvenes de mi época asiduos visitantes y beneficiarios de su biblioteca. Sobre esta institución he escrito varias cuartillas tratando de explicar sus fundamentos originarios y la pérdida lamentable de sus objetivos iníciales.

 

El autor de la obra «Instituciones culturales de Santiago de los Caballeros (Orígenes y evolución)» recoge con espontaneidad y valentía que sorprende a quienes conocen el estilo montaraz y esquivo que caracteriza a Andrés Acevedo.

 

El Ateneo Amantes de la Luz fue conocido en una época como una institución sagrada y venerable creada por el insigne educador y patriota Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Veamos lo que recoge Acevedo en su inspección:

 

«La sociedad Amantes de la Luz tuvo especial preocupación, desde los primeros días de su fundación, por la educación de sectores a los cuales les era difícil acceder a la luz de la sabiduría. En tal sentido sostenía programas de estudios dirigidos a artesanos, aguateros, cocheros, también para niños…».

 

Si bien es cierto que el Ateneo y la Alianza Cibaeña fueron paradigmas en aquel Santiago posiblemente el enfoque particular de Andrés Acevedo no toca fondo sobre la realidad del presente de dichas instituciones como si en su exploración llevara puesta zapatillas de gamuza, al parecer para evitar que se despertaran enfurecidos los espíritus nobles que le dieron vida eximia a ambas instituciones culturales o para el mismo autor cuidarse de no hacer una crítica punzante que pueda generar alguna suspicacia a lo interno de ambas sociedades.

 

En los planos de la cultura lo precedentemente expresado es de singular importancia, pues si bien es cierto que el libro hace aportaciones que saludo con sinceridad, no es menos cierto que como escritor tengo que poner las cosas sobre el contexto.

 

¿Cómo verán hoy Eugenio Deschamps, Manuel de Jesús de Pena y Reynoso, Ulises Franco Bidó, Salvador Cucurullo, Onofre de Lora, Mario Fermín Cabral, entre otros, estas instituciones culturales de Santiago? ¿Acaso se repetiría aquella escena bíblica?

jpm

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