El arte de la prudencia

 

El arte de la prudencia es el gran ropaje en la teoría y en la práctica,  sin importar su escalón educacional o metálico, en quienes se presume que deben afianzar en buena lid  atributos que permitan  enfatizar su don de gentes sobreponiéndose a toda inequidad.

A 357 años del deceso de Baltazar Gracián, quien  escribió el clásico con el título antes citado, se puede afirmar que su obra tuvo un gran valor ayer, lo sigue teniendo hoy y de seguro lo tendrá en la posteridad como un aporte para contribuir amilanar la codicia y la maldad sin frenos.

Este sacerdote español jesuita planteaba  estrategias para que una persona con  liderazgo tomara decisiones, “a veces difíciles, sin dejar de actuar éticamente y con resultados satisfactorios”. Su teoría es aplicable a todo segmento poblacional.

Ayer, como hoy, el comportamiento de una parte de los seres humanos mantiene puntos oscuros que pueden superarse con la buena voluntad, echando al zafacón del olvido las rivalidades, las actitudes irascibles, el egoísmo, la envidia.

Todo ser humano, al margen de su estatura en todos los sentidos, nace para bien. Si se tuerce en el camino, lo importante es que se sobreponga, que se enderece para que contribuya a que el mundo sea mejor actuando con el ejemplo positivo.

El hombre y la mujer fueron hechos para triunfar, para compartir lo bueno, enderezar lo que debe ser mejor y servir de modelo a todos los que le siguen en la corta escalera de la vida.

Y es precisamente por ser corta la escalera de la vida que no debe permitir que el tiempo se esfume en trivialidades, en canalladas. Si alguien se cae, ayúdale a levantarse; si llora, dale consuelo; si tiene hambre comparte su pan con él y…más  aún enséñale a “pescar” para que no se arrastre tras las dádivas.   

Todo ser humano merece la oportunidad de desarrollarse a plenitud y nada mejor que la educación para que no se deje zarandear o comprar a cambio de limosnas, porque su precio es tan grande que carece de valor tangible.

Tu pedigrí, lo trazas tú.  A través de esta hoja de vida te retratarás ante tus contemporáneos o posteridad. ¿Qué no te importas? Claro que sí. De seguro verías con beneplácito que tus hijos, tus nietos y los amigos de éstos hablen de ti  con orgullo y que  admiren intrínsecamente a ese hombre de bien que fuiste.    

Todo presente tiene un pasado, pero lo importante es sembrar para la posteridad, para que el mundo te imite y se acuerde de ti como ahora hago lo propio con ese jesuita que hizo de El arte de la prudencia un medio para que le recordaran, sin pensar quizás que iba a llegar hasta un pequeños espacio territorial como la República Dominicana.   Así es que alumbras a tu país, no lo apagues con acciones incorrectas porque todos esperan lo mejor de ti.

 

 

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