El agua y el augurio de Peña Gómez
El doctor José Francisco Peña Gómez solía expresar en ocasiones sus temores sobre el futuro del país. Como síndico del Distrito y como líder del PRD, hizo varias veces algunos vaticinios sobre el futuro de la República Dominicana. Uno de los que más impacto causó fue su afirmación de que para el 2025 los recursos hídricos del país, y de la isla, entrarían en una etapa crítica. Muchos no le creyeron. El dominicano siempre ha confiado que los recursos hídricos del país son ilimitados y por tanto inextinguibles. Podría ser así, pero siempre se calcula un recurso natural en perspectivas. Los augurios se recuerdan cuando una crisis, todavía no sistémica, dificulta la disponibilidad de eso que siempre hemos tenido a raudales. Entre esos recursos, casi como el aire, hemos dispuesto siempre de ríos y lagunas repletas de agua. Desde los tiempos de Trujillo hemos construido represas que han sido fundamentales en la producción hidroeléctrica, regadío y consumo de agua para las personas y animales. A nadie se le habría ocurrido pensar que atravesaríamos una cruda crisis de agua como producto de una sequía intensa, como ocurre actualmente. Sin embargo, aquí está la sequía y ahora debemos mirar hacia ese recurso indispensable que siempre hemos contado con su presencia casi de manera ilimitable, nunca se hizo caso a pensar en una eventual crisis como la actual. Decir hace unos años que el agua de la isla, o del país, se acabaría se consideraría una expresión extrema, producto de alguien que deseaba alborotar las avispas, pero ahora vemos que el doctor Peña Gómez no estaba tan descaminado cuando vaticinó que el agua podría escasear gravemente en el país. Las protestas no se dejan esperar y se llega al extremo de unos habitantes próximos a Santiago que desconectaron las tuberías de la ciudad en protesta porque sufrían de escasez de agua durante varios días. Esas expresiones extremas nunca se habían visto en el país y reflejan la inquietud que causa entre algunos ciudadanos sufrir las dificultades que genera en un hogar la ausencia de agua para cubrir las necesidades más perentorias. El asunto se tomó como un chiste, pero en el futuro ese tipo de actitudes podrían convertirse en crisis difíciles. No hablamos de agua de beber porque hace muchos años que el dominicano, por regla general, no bebe el agua que llega por las tuberías, sino que la compra en colmados o camioncitos que sirven por las calles. La CAASD ha anunciado que las presas que abastecen al acueducto de Santo Domingo han dejado de suministrar unos 83 millones de galones de agua por día. Es el resultado de la sequía que se abate ahora sobre el país. En tiempos pasados hemos planteado la necesidad de agitar las nubes con cargas explosivas para provocar lluvias. De eso se habló en el gobierno de Don Antonio Guzmán hace 30 años, pero el paso de huracanes y tormentas trajeron tanta agua que las autoridades de la CAASD y Medio Ambiente se olvidaron de que se debía tomar medidas para tiempos malos, pero el augurio de Peña Gómez hace muchos años no se refería si vendrían las tormentas y los ciclones, sino a la forma alegre con que se desperdician los recursos hídricos y el poco esfuerzo nacional para preservarlos. Fíjese nada más, si usted recorre el Sur del país, cuantas cuencas de ríos usted ve más secos que un tendal de secar ropa. Hace muchos años leí un informe que aseguraba que la República Dominicana había perdido más de 400 ríos a lo largo y ancho del país. Para nuestros escasos 48 mil kilómetros cuadrados, esa es una cifra impresionante. La deforestación ha sido la causa de ese desastre. El presidente Balaguer cuando inició su gobierno en el 1966 proclamó su plan de “Selva Negra” y asumió la responsabilidad de prohibir los aserraderos que para entonces los recursos forestales a lo largo y ancho del territorio nacional. Luego se anunció la reforestación de nuestras aniquiladas montañas, y algo se logró en Villa Altagracia, pero en general los bosques nunca han sido recuperados porque cuando se siembra un millón de plántulas, en realidad se necesitan algunos millones más. Siempre estamos rezagados en ese tipo de programas de reconstrucción del territorio nacional. Tenemos una grave responsabilidad con las presentes y las futuras generaciones; no le podemos dejar un “peladar” como herencia a nuestros generaciones futuras sobre todo en un momento en que el cambio climático ya no es un vaticinio de preocupados idealistas, sino un fenómeno que está enseñando cada día sus nefastas consecuencias. Aunque parezca paradójico no lo es. Los cubanos temen que las playas del norte de su país suban dos pulgadas de agua en diez años y que causaría perjuicios graves a la industria turística. Y aunque nosotros no lo hayamos dicho, porque no nos hemos ocupado de saberlo, lo que se sufra en la isla de Cuba también se reproducirá en toda la zona norte del país. Debemos recordar las graves fallas geológicas que existen entre Puerto Rico y República Dominicana y las consecuencias y peligros que significan para el país cualquier alteración en esas grandes profundidades. Ya sea en el cielo, sobre la tierra, el país debe estar consciente de su futuro y el ministerio de Medio Ambiente debe ofrecer un estudio acabado de nuestras perspectivas. Si se cumple o no el augurio de Peña Gómez queda como herencia para las actuales generaciones y sólo los dominicanos que gobiernan hoy, pueden responder al dilema de nuestra descendencia. Pudiera parecer excesivo el augurio, o el temor, de Peña Gómez, pero él sólo apuntó las consecuencias de nuestra “vida alegre” irresponsabilidad y maltrato de nuestros recursos naturales, pero el juicio del desaparecido líder perredeísta es avalado por juicios responsables, incluyendo de Naciones Unidas, de que los grandes conflictos del futuro de la humanidad tendrán el agua como el punto central. Imagínese que para el 2040 serán nueve mil millones de seres humanos que necesitarán un vaso de agua cada día. La desalinización del mar y nuevos inventos pueden ser paliativos importantes, pero las necesidades reales de cada día serán inmensa. Cuidemos nuestros bosques porque así cuidamos nuestros ríos; Seamos sensatos y respetemos nuestros recursos naturales.. Ese es el reto. ¡Luego que no se diga.!