Economía vieja y pacto fiscal

 

Considerar cuándo una persona es vieja, tal vez no sea tan fácil como podríamos pensar. Existen distintas respuestas, en donde entran en juego un conjunto de consideraciones, que hacen la contestación muy relativa, un ejemplo, en la construcción de la definición, se ponderan aspectos como el que plantea, que depende para qué será útil la persona, si es para un deporte de mucha acción física, 35 años podría ser valorado viejo; pero si es para una actividad intelectual, 50 años sería considerado joven aún; no obstante a esas especificaciones y para resumir, en general los 62 años, una persona es considerada vieja.

En la literatura económica es más difícil encontrar una definición sobre economía vieja, en mi búsqueda no la he identificado, probablemente no exista; de todas maneras, la idea de argumentar sobre la definición de cuándo una economía es vieja, es una tarea que podría considerarse de aproximación. El concepto de economía vieja, no necesariamente tiene que estar asociado a la cantidad de años, o al uso de tecnología; sino, a las señales de cansancio o agotamiento que puedan presentar los instrumentos y vehículos de política fiscal, monetaria, y financiera que han sido utilizados, para que la economía presente un determinado desempeño, a través de sus principales indicadores macroeconómicos.

La economía dominicana desde hace más de 50 años viene creciendo a tasas por encima de la del crecimiento poblacional, esto es por encima del 2.9%, con la excepción de 9 años; de manera que el hecho de que en esa cantidad de años, la economía haya aumentando su PIB en tal magnitud, no la hace vieja; lo que la haría vieja, es el modelo en la que ha sustentado su expansión a lo largo del tiempo.

Parte de los motores que han inducido el crecimiento de la economía nacional son: los ahorros generados en el exterior, vía préstamos, remesas, e inversión extranjera y los del sector privado doméstico, por un lado, y por el otro lado, una demanda que no proviene del país, como son las exportaciones, y aunque eso no es malo, afirmaría que hasta positivo es; las naciones en su estrategia de desarrollo deben agenciar medios propios, que permitan que la expansión económica dependa más de sus esfuerzos, y que lo externo solo sea un factor complementario.

Una muestra que la economía dominicana cada vez depende más del endeudamiento para complementar la insuficiencia de recursos en el presupuesto nacional, a fin de atender una parte de la demanda de obras de infraestructura y asistencia social, es el hecho que en 1970 la deuda rondaba el 18.0% del PIB; mientras que a 2016 se acerca al 37.0%, esto es el doble del peso de la deuda en 55 años.

El hecho que una economía dependa en forma progresiva del endeudamiento, es señal de que su modelo fiscal se agota, factor causal que explica a su vez la necesidad de nuevos ingresos con vocación permanentes, para solventar en forma más equilibrada el presupuesto de la nación; al tiempo también, que requiere de un vuelco de la actual dirección de la composición del gasto público, en donde el de capital retome una mayor participación dentro del total, y el corriente sea disminuido.

Como derivada del aumento del endeudamiento, el servicio del financiamiento público pasó de 4.8% del PIB en 2010 a 6.7% en 2014, y por el lado de los ingresos corrientes, que son los que recibe el gobierno vía la estructura tributaria, el peso del servicio de la deuda para los mismos años, se movió de 38.3% a 45.7%, queriendo eso decir, que los recursos presupuestarios están progresivamente comprometiéndose para poder mantener el nivel de cumplimiento del país y a su vez no le permita caer en cesación de pago.

Justo el hecho de que cerca del 50.0% de los ingresos tributarios de 2016 estén comprometidos con el pago de la deuda, es lo que provoca que el Estado disponga de menos recursos para atender los compromisos públicos ineludibles, ese escenario permite mostrar, que el modelo fiscal dominicano presenta señales de agotamiento y por lo tanto debe ser abordado en las dimensiones que sean necesarios.

Una forma que tiene el país para auxiliar a la economía, a fin que no siga poniéndose más vieja, es a través de un Pacto Fiscal, que sirva como células madres para regenerar la economía, sobre la base de un sustento, en donde los recursos provenientes de los ingresos tributarios, en un mayor monto, pasen a jugar un rol más dinámico y de calidad, en la acepción de que los recursos cuando corresponden al Estado, alcancen la categoría de bien público.

El Pacto Fiscal como obra colectiva, debe considerar a los gastos y los ingresos, como bienes común y público; de manera que beneficien a todos y no excluyan a nadie.

Pero además, el Pacto Fiscal para que sea exitoso en su implementación, debe proveer el marco legal necesario y conveniente, considerando lo que se denomina regla de oro, esto es, que los gastos no deben superar los ingresos permanentes, y de tener que hacerse, se realice sobre la base de lo que denomino regla fiscal cuantitativa mixta, la cual establece un incremento del gasto público igual al de la expectativa de inflación y un límite al déficit como proporción del PIB, supeditado a inversión real reproductiva.

De no realizarse el Pacto Fiscal, el país toma el riesgo de que su economía termine poniéndose vieja, al presentar los instrumentos y vehículos de política económica agotamientos, que no puedan continuar dándole la sostenibilidad que aún hoy presentan las finanzas públicas y al mismo tiempo atente contra el crecimiento económico y la estabilidad.

El tema del Pacto Fiscal queda desarrollado en forma mucho más completa, en el libro que pondré a circular a finales de julio de 2016, bajo el título: Casi todo sobre la economía dominicana.

 

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