Dos mensajes que impactan al corazón
Emilio Pérez, un amigo fiel y solidario de larga data, me envió un mensaje que cae muy bien en esta época navideña, época que desafortunamente es aprovechada por los dinosaurios empresariales y depredadores de bolsillos para explotar a la humanidad en el orden económico.
Se trata de una homilía leída por el Papa Francisco sobre la espiritualidad de la familia. Otro mensaje me lo envió mi colega Emiliano Reyes Espejos y se refiere a la entrevista de un periodista a Dios, luego de morir y llegar al cielo. Ambos casos son interesantes y creo pertinente compartirlos con todas las personas que creen en la religión y en la existencia de Dios.
El tema escogido por el Pontífice lleva por título “Familia, lugar de perdón”, y dice así:
“No hay familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de los demás.
“Decepcionamos unos a otros. Por eso, no hay matrimonio sano ni familia sana sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y la supervivencia espiritual.
“Sin perdón la familia se convierte en una arena de conflictos y un reducto de penas. Sin perdón la familia se enferma. El perdón es la asepsia del alma, la limpieza de la mente y la alforria del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma ni comunión con Dios.
“La pena es un veneno que intoxica y mata. Guardar el dolor en el corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. El que no perdona se enferma, física, emocional y espiritualmente.
“Y por eso la familia necesita ser lugar de vida y no de muerte; el territorio de cura y no de enfermedad; el escenario de perdón y no la culpa. El perdón trae alegría donde la pena produjo tristeza; en la que el dolor causó la enfermedad”. (Papa Francisco).
Ahora, veamos el contenido de la entrevista a Dios:
“Cuando un famoso periodista murió, llegó al cielo. Lo primero que hizo fue pedir que Dios le concediera una entrevista. Dos ángeles le llevaron ante el Señor, quien le dijo:
-Hijo mío, me dicen que querías verme. ¿Algo
quieres preguntar?
El periodista le respondió:
-Señor, toda mi vida siempre quise saber ¿Qué es lo que más le sorprende a Usted de la humanidad?
Y Dios le respondió:
-Que se aburren de ser niños y quieren crecer rápido, para después desear ser niños otra vez. Que desperdician la salud para hacer dinero y luego pierden el dinero para intentar recuperar la salud. Que ansían el futuro y se olvidan del presente, y así no viven ni el presente ni el futuro. Que viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubieran vivido.
El periodista se quedó un rato en silencio y luego dijo:
-Padre, ¿cuáles son las lecciones de la vida que quisieras que tus hijos aprendiéramos?
Con una sonrisa Dios, respondió:
-Que aprendan a que no pueden hacer que nadie los ame sino sólo dejarse amar. Que lo más valioso que tenemos en la vida no es lo que tenemos sino a quien tenemos. Que una persona rica no es aquella que tiene más sino quien necesita menos. Y que el dinero puede comprar todo menos la felicidad. Que el físico atrae, pero la personalidad enamora. Que quien no valora lo que tiene, algún día se lamentará por haberlo perdido. Y que quien hace mal, algún día recibirá su merecido.
Por lo tanto, para ser feliz, hay que hacer feliz a alguien; si quieres recibir, da un poco de ti; rodéate de buenas personas, y sé una de ellas. Nunca arruines tú presente por un pasado que no tiene futuro.
Una persona fuerte sabe cómo mantener en orden su vida. Y que aún con lágrimas en los ojos, se las arregla para decir con una sonrisa: «estoy bien». Porque hay muchos hijos míos que no entienden la vida.
El ser humano, nacer no pide, vivir no sabe, y morir no quiere. No se dan cuenta de que el más valioso tesoro que tenemos es el tiempo. Al morir nada de lo material te llevas, por eso «el tiempo» es el tesoro más valioso que tenemos, ya que es limitado.
Podemos producir cada día más dinero, pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar.
Nuestro tiempo es la verdadera riqueza de nuestra vida. Por eso el mejor regalo que le puedes dar a alguien es tu tiempo. Por eso, hijo mío, esto es lo mejor que “siempre” le puedes y debes regalar a tu familia o a un buen amigo.