Detengamos el río de sangre
Por HECTOR MONTERO
De manera escandalosa e injustificable todos los días se reporta la muerte de una mujer a manos de un desalmado que alguna vez fue su compañero sentimental.
Según informes del Departamento de Estadísticas de la Procuraduría General de la República, de Enero del 2005 a Febrero del 2015, 1013 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex-parejas, que no aceptan el derecho que le asiste a terminar una relación cuando se torna violenta e inaceptable.
A pesar de que existen decenas de organizaciones defensoras de los derechos de la mujer; A pesar de existir Oficinas de Apoyo a los Derechos de Genero y de Prevención de la Violencia contra la Mujer; a pesar de la existencia de un Ministerio especializado; a pesar de los miles de discursos, de foros, mesas redondas, de poses revolucionarias, lo real es que nadie acude a auxiliar a las mujeres cuando más necesitan de protección: en el fatídico y trágico momento de la agresión.
Cuando se analizan las múltiples causas que generan los feminicidios y las políticas generales implementadas para enfrentar la problemática hay un elemento común en todas ellas: la exclusión de los hombres, que constituyen la variable principal y el elemento fundamental en todo el abordaje de los homicidios contra mujeres.
Cuando las oficinas de apoyo a la mujer, ante una denuncia contra un agresor, mandan la cita de asistencia a un juicio, con la misma víctima de sus desmanes, las autoridades de la justicia se convierten en cómplices del asesino. El fenómeno se repite día a día y no se observa ningún interés por cambiar esa criminal situación.
Todo programa de educación que excluya a los hombres, aleja la solución del problema. Los discursos rimbombantes, odiosos y excluyentes que muchas lesbianas (con el falso ropaje de feministas) levantan contra todos los hombres, solo sirven para que miles y miles de estos, comprometidos con el respeto a los derechos humanos de la mujer y militantes contra los feminicidios, no puedan articularse en un movimiento de hombres y mujeres que luchen hombro con hombro, por el respeto y la dignidad de las mujeres.
Mi opinión que si abordamos el problema con la seriedad que la tragedia amerita, en el mediano plazo los casos de feminicidios disminuirían significativamente. En ese sentido proponemos la implementación de un programa mínimo que incluya los puntos enumerados a continuación:
1.- Programa de educación masiva a la población masculina desde el nivel primario. El proceso debe integrarse a todos los programas de formación.
2.- Incremento de las penas por feminicidios y agresión a la mujer. Los feminicidas condenados a 30 años de reclusión, deben cumplir las penas sin alteración por supuestos cambios de comportamientos.
3.- Integración de Tribunales especiales para juzgar estos casos, con jueces y fiscales comprometidos con la defensa de los derechos de la mujer, sin importar su condición socio económica.
4.- Implementar políticas públicas que faciliten empleo digno a toda mujer amenazada por su pareja, para romper el chantaje del agresor de que no se le puede privar de su libertad por su condición de único proveedor y soporte económico de la familia.
5.- Abrir casas de acogida y refugio en todo el país que garanticen protección a toda mujer amenazada y a sus hijos, mientras se mantenga el peligro.
6.- Que las medidas de alejamiento se cumplan con participación activa de la justicia y los cuerpos represivos.
7.- Que el 911 se integre a la protección efectiva de la mujer.
8.- Integración de las comunidades en la defensa de los derechos de la mujer. Que cada sector cuente con un listado de los hombres violentos y potenciales agresores.
9.- Que el problema de los feminicidios sea enfrentado solo por las mujeres y los hombres. No permitamos que otros intereses nos sigan separando.