¡Déjenme trabajar…!

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

 

«No permita que el ruido de las opiniones ajenas, silencien tu voz interior«. Steve Jobs

 

Desde la altura de esta exclamación me parece oír a un gobernante que intenta decirle a un reducido grupo de politicastros, que parecerían ver la vida en blanco y negro aquella frase de Sófocles: «Sin trabajo nada prospera«, ¡Déjenme trabajar!

 

Esa exclamación del presidente Danilo Medina viene de la profundidad de un ciudadano sincero que trabaja y quiere trabajar por el país  y que goza trabajando. No es, en modo alguno, una voz temerosa ni lastimera  la que ha detonado contra opiniones fastidiosas y absurdas que lo que buscan es que  el  presidente se amedrente, que el país se paralice y se desplomen las oportunidades de trabajo que aparecen todos los días en la geografía nacional para que la masa obrera, sobre todo, la  urbana, caiga bajo sus garras y así  movilizarla a su antojo para sus propios fines políticos.

 

Frente a ese grupo políticamente reducido  y fraccionado, no obstante con fuerte acceso en los medios de comunicación, pretende  maliciosamente  tratar de extraviar la ruta de éxitos que transita el país bajo esta eficiente administración gubernativa; el presidente se ha parado con la valentía que mostraron los ciudadanos de Gabaón, hoy conocida como Jib,  ciudad situada en una colina  al norte de Israel y la cual aparece en la Biblia en los libros de Josué, y le ha manifestado  a su pueblo en alta  voz, al estilo de la Madre Teresa de Calcula, a los habitantes del estado indio de Bengala Occidental: «Que  no aceptes la derrota, la debilidad y el desanimo como parte tuya. Tú eres el éxito mismo«.

 

Los himnos, como el del 14 de junio, usado en una de las marchas de los verdes llamando a restaurar la revolución,  fue cantado  por individuos que han equivocado su tiempo y a la vez no tuvieron la valentía ni la lealtad en el momento en que la Patria estaba siendo flagelada con el látigo implacable del tirano Trujillo, como el ejército romano golpeaba la débil espalda de Jesús durante su viacrucis por la calle de la Amargura, ahora algunos pretenden redimir su histórica ingratitud frente a la Raza Inmortal exhibiendo un patriotismo anacrónico o trasnochado.

 

Un país que está dedicado al trabajo enaltecedor y un gobernante ocupado en las tareas del desarrollo nacional,  no debe permitir que la holgazanería de algunos intelectuales convide irresponsablemente a un mandatario con las credenciales de laboriosidad y de decencia política de Danilo Medina, a una renuncia absurda y constitucionalmente descabellada.

 

Hay una frase del eminente poeta y ensayista inglés, Samuel Johnson, que explica el proceder  y la conducta irracional que se debe evitar frente a esta idea totalmente irracional, veamos: «Casi todo lo absurdo de nuestra conducta es resultado de imitar a aquellos a lo que no podemos parecernos«.

 

Uno se pregunta: ¿Cómo es posible que hombres y mujeres laboriosos, como los dominicanos,  puedan  ni remotamente consentir que en medio de grandes esfuerzos de progreso ineludibles, como es la construcción de la Termoeléctrica Punta Catalina, la Reforma de la producción agrícola nacional, la construcción de escuelas y la Revolución de la educación y de la salud, estas obras que tienen todas dimensión extraordinarias  y vitalidad social y económica en el tiempo se paralicen para complacer ideas y propósitos políticos todavía obscuros que podrían revelarse  contra el alma trabajadora del pueblo dominicano?.

 

La voz clamorosa del presidente Danilo  Medina expresando con ardor: ¡Déjenme trabajar! debe multiplicarse, como la reverberación del fenómeno del eco en las  paredes de las catedrales. Los miles o millones de pesos que la oposición gasta diariamente exasperados por apoderarse del timón de la nación sin haber pasado el examen de conductores de pueblos, me conduce hacerle una advertencia al pueblo dominicano en las palabras mágicas del actor estadounidense, Will Smith: «Gastamos dineros que no tenemos, en cosas que necesitamos, para impresionar a gente a la que no le importamos«

 

Por primera vez en la historia  dominicana un gobernante con voz eminente sube al pulpito sagrado de su país para manifestarle a un puñado de políticos que piensan todavia que en rio revuelto, ganancia de pescadores. Los dominicanos que se levantan tempranito de mañana a laborar o  a  buscarles el pan de cada día a sus hijos no lo hacen pensando en una marchar verde ni para escuchar voces agoreras y pesimistas que parecen salidas de guaridas de lobos con piel de ovejas.

 

Si vemos brevemente la historia post trujillista, tendríamos que recordar que en aquellos primeros días, gente que tomó bandera democrática de celebraciones por la «libertad« como es el caso de recordadas figuras de Unión Cívica Nacional (UCN), figuras tan cívicas y oportunistas sacaron sus trapos sucios que dos años después se convirtieron en golpistas.

 

Este pueblo de Dios nunca ha sido una nación de ciudadanos indolentes ni de personas fatalistas sino de gente que persevera y no se rinde. Recordemos esta frase del  estadista y general estadounidense de cuatro estrellas, Collin Powell, y reflexionemos sobre su hermoso contenido: “Un sueño no se vuelve realidad a través de la magia; se necesita sudor, determinación y trabajo duro”.

 

¿A quiénes tienen en agenda los jefes de la marcha verde?

 

¿Por qué odian un proyecto a presente y futuro de tanta importancia como Punta Catalina?

 

¿Por qué quieren la Termoeléctrica Punta Catalina para el sector privado? Es decir, para los mismos santos señores de la capitalización y los generadores eléctricos que en Santo Domingo venden la energía más cara del mundo.

JPM

 

 

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