De panes y peces

Es tanto el acíbar que se vierte sobre la situación de la economía dominicana y sus perspectivas de crecimiento y desarrollo, que sería muy difícil que detractores de oficio reconozcan siquiera el sentido de equilibrio y de sanidad financiera impregnado al Presupuesto General del Estado para 2018.

El estimado de ingreso  en ese instrumento de desarrollo  asciende a 814 mil 821 millones de pesos, un incremento superior a los 64 mil millones, equivalente al 10%, con respecto al que se ejecuta este ano, y con énfasis en la continuidad de obras sociales y dinamización de la economía.

De nuevo, el Gobierno apuesta  al equilibrio presupuestal, basado en mejorar los ingresos por vía de una mayor eficiencia en la Administración Tributaria, de la cual proyecta obtener unos 600 millones de pesos adicionales.

Se afirma que el 25% del monto  estimado  en el Presupuesto 2018, sería  destinado al servicio  de la deuda, pero no se resalta que  el déficit fiscal, en vez de incrementarse, se reduciría en un punto porcentual, lo que indica que  la economía posee capacidad de pago y que  el nivel de endeudamiento se corresponde con el dinamismo económico.

En ese proyecto se garantiza la continuidad de los programas sociales y del respaldo a las Pymes,  que  forman la base de la gobernabilidad y de la equidad, como también se resalta el cumplimiento del 4% a la educación, que dispondría de un monto de 153 mil millones de pesos.

El sector Salud, otro pilar en los  anhelos ciudadanos de equidad social, ha recibido un buen espaldarazo, si se toma en cuenta las limitaciones  de los ingresos, al consignársele una partida general de más de 88 mil millones de pesos, incluido once mil para  remodelación de hospitales.

El monto presupuestal refleja la baja presión tributaria que signan los ingresos fiscales, con el agravante de que  aquí tenemos una fiscalidad injusta caracterizada por la evasión y elusión de sectores que se alzan con la más alta rentabilidad derivada del crecimiento de la economía.

Las urgencias nacionales no pueden ser atendidas por ningún gobierno con la celeridad que reclama y merece la población, a menos que la sociedad en su conjunto pacte un acuerdo fiscal, que permita incrementar la presión tributaria hasta  al menos un 18% en proporción al PIB.

Es claro también que el Gobierno debe  expandir y consolidar los niveles de transparencia y eficiencia en el manejo y distribución de los recursos públicos, lo que pasa por la previsión y condena a toda forma de prevaricación, evasión o elusión.

Ojala que en torno al proyecto de Presupuesto Nacional 2018 se desarrolló un debate sano, útil, académico y práctico, para que el Congreso pueda evaluar su profundidad y alcance y formular las enmiendas que crea pertinentes.

De antemano resulta fácilmente demostrable que se trata de una pieza  equilibrada, armónicamente distribuida y con un elevado sentido social, que refleja  el pasaje  bíblico sobre la justa  repartición de panes y peces, pero sin poder multiplicarlos.

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