De nuevo: ¡las encuestas!
Si yo fuera estratega o vocero político de un partido político o de un candidato, jamás caería en la ingenuidad de cuestionar una determinada encuesta sobre posicionamiento electoral, pues sencillamente todas son “fotografías de un momento”, y si están manipuladas, segadas o no, ese siempre será un riesgo de la firma que las avala que, de paso -y de evidenciarse-, pondrá en juega su prestigio y crédito público.
Siempre, para un partido político, será más inteligente y prudente que los cuestionamientos o descalificaciones a una determinada encuesta –no importa quien la financie o la pague- sobre posicionamiento electoral vengan de expertos, de aliados estratégicos o, de cuadros políticos que, en todo caso, nunca deberían de hablar a nombre de un partido ni de un candidato, y menos si ese candidato está puntero en la referida encuesta.
Lo rutinario de un partido –y el PLD tiene (¿o tenía?) una escuela en ello- y de un candidato cualquiera, es tener –periódicamente- a mano estudios confiables sobre su posicionamiento; y del mismo modo, auscultar en la del mercado general (tendencias, estratificación geográfica-poblacional del voto, entre otros), pero sobre todo, en las fortalezas y debilidades de su contraparte ya en proyección, estancamiento o reflujo coyuntural.
Cualquier otra postura, de un partido o de un candidato, frente a encuestas favorables o desfavorables, siempre deberá girar en apego al ABC del marketing político: hacer mutis (analizándola hacia dentro), o en caso contrario y necesario, obrar mediáticamente en el sentido clásico –como lo está haciendo la oposición a través de sus aliados políticos-estratégicos-, de sí y como ahora (que fueron tres), resaltar la media favorable –de 57%, 51% y 54%-: para el caso del candidato Danilo Medina, 54%!
Por ello, para un partido en el poder, más que ripostar una encuesta, al inicio de una campaña y teniendo su candidato puntero, lo aconsejable sería afinar adentro y poner a ese partido, sus cuadros y aliados, en el centro mismo de la articulación de una estrategia política-comunicacional pautada, flexible y situacional en cada demarcación política-geográfica de modo tal que los ruidos y las desafinaciones no logren espacio.
Lógicamente, para lograr tal cometido se hace –y se hacía- urgente definir quién o quienes –en lo adelante- marcaran el ritmo y la estrategia de campaña, a saber: el candidato, o el jefe de campaña, previa consulta con el comando estratégico superior en sus dos alas: a) el comité nacional de campaña; y b) el reducido equipo de estrategas fácticos-decisorios del candidato.
En otras palabras, es tiempo de asignar esos roles y dejar atrás a los voceros improvisados ávidos de publicidad, nombradía, gloria, o casi siempre tras de los famosos cinco minutos de fama que a todos nos concita y mueve. Obviando que lo trascendente en una campaña electoral es: el candidato y la propuesta programática del gobierno que se oferta.
Al menos, eso creo yo.
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si ud. tiene cien y en su propia casa conspiran para quitarle veinte, entonces ud, solo tiene ochenta. «y por tanto, los enemigos del hombre, seran personas de su propia casa» j. c. asi de sencillo y si no preguntele a franklyn almeida.
la suerte…!!!que no eres estratega o vocero político de nadie,,,de haberlo sido ya el candidato hubiese retirado sus aspiraciones.-ja ja ja ja 😉 ;d 😉