De nuestra lengua fáunica y vegetariana (1 de 2)
Pienso que a pesar de lo mucho que en la República Dominicana hemos avanzado en el orden material, científico y tecnológico, nuestro país continúa siendo una aldea.
Pienso que a pesar de contar con medios, servicios e infraestructuras característicos de las grandes urbes (Metro, red de internet, imponentes torres arquitectónicas, gran cantidad de publicaciones periódicas y canales de televisión, etc.), y de ser el nuestro uno de los países de América con más universidades y el primero en usar teléfonos celulares (1987), la conducta y creencias del dominicano promedio están matizadas por visibles rasgos rurales o aldeanos.
Pienso, finalmente, que en la nación dominicana, hasta el más desarrollado de nuestros grandes centros urbanos, bien podríamos considerarlo, con las palabras de don Héctor Inchaustegui Cabral, como una “Ciudad Rural”. Tal vez sea esta una de las principales razones que conducen a los hablantes dominicanos a denominar su realidad, valiéndose de comparaciones mediante el uso de imágenes, símiles y metáforas lexicalizadas que aluden al mundo animal y vegetal.
A muchas de esas construcciones figuradas de metafórica esencia, vale confesarlo, no les encontramos explicación o coherencia lógica desde el punto de vista semántico; pero independientemente de esto, lo cierto es que tales formas expresivas forman parte de nuestro repertorio lexicosemático, razón por la cual los dominicoparlantes, sin exceptuar niveles socioculturales, las utilizamos en nuestra diaria conversación. El español dominicano lo describimos, en tal virtud, como lengua fáunica, zoológica, botánica o vegetariana. Algunos ejemplos valdrían a modo de ilustración.
b) _« Ya no te quiero, por tanto, me importa un “pepino” lo que hagas con tu vida…»… – le dice Andrómeda a su esposo Bernabé. (No sé por qué siempre tiene que ser un pepino lo que nunca importa, y no un melón, un limón, un tomate, etc.)
Cuando se encuentre en círculos de amigos, sin importar, vale reiterarlo, su nivel sociocultural, preste mucha atención a las intervenciones de cada uno y posiblemente escuchará comentarios como las siguientes:
- -« ¡Diablo, qué “vaina”…!», mientras los funcionarios están en las ‘papas’, el pueblo sigue guayando la ‘yuca…’”
- -«Al senador W. G. se le ha puesto la “piña” agria. Están pagando diez millones por su cabeza y un general acaba de demandarlo por difamación. La verdad es que ese tipo no es “manguito” ni mucho menos un “maíz”; pues para echarle la “cuaba” o acusar al gobernador, al fiscal y al comandante policial de proteger a los narcotraficantes en esta zona, hay que ser muy valiente. Los acusados no son “chivitos” jarto e “jobos”… »
- -«No me desprecies y olvides que de cualquier “yagua” vieja sale tremendo “alacrán”»
- -«Pensé – dice Rufo, el Bichán – que la novia de mi amigo Eustaquio era otra cosa; pero es un “fleco” viejo …»
Y para indicar que una realidad, aunque desafortunada o desagradable, tenemos que aceptarla y adaptarnos a ella, la frase utilizada no podía ser menos vegetariana y folklórica:
«El “tabaco” es fuerte, pero hay que fumárselo…»
jpm-am
bonito artí**** que pinta muy bien nuestras peculiaridades idiomaticas. creo firmemente que muchos de nosotros no hablamos español pero si un dialecto del mismo.
profesor caba. muy buen arti****, toca toda una realidad, de nuestro comportamiento ideomatico. profesor, cando los dominicanos discutimo en grupo, los españoles no nos entienden.
excelente su arti**** sobre nuestra botanica idiosincracia.
magistral…gracias profesor….he gozado de esta lectura
en estos tiempos en solo se oyen tambores de guerra este es un artí**** muy refrescante, ojalá y ese docto profesor comente el libro “dominicaneando”del excelente poeta escritor y no se sabe cuantas cosas más: soto jimenez