De la ciudad posible…

Recientemente fue publicado el ranking “city in motion” de IESE, en el que se evaluaron 135 ciudades de 55 países, la ciudad de Santo Domingo quedó en la posición número 135, es decir, en el último lugar. Santo Domingo ocupó el último lugar, fundamentalmente debido a baja calificación en transporte, tecnología, capital humano y economía. Apena el resultado de este ranking, mas no sorprende. Y es que a pesar de los esfuerzos que se han venido haciendo en materia de descentralización y gestión municipal, aún falta. En el Distrito Nacional, por ejemplo, se percibe que el ciudadano no se siente tan vinculado ni al gobierno de la ciudad ni a la ciudad misma. ¿Y cómo podría? Santo Domingo no es amigable al ciudadano. El peatón no dispone de aceras de calidad, con un arbolado correcto que invite a caminar, solo hay que dar un paseo y constatar cómo hemos perdido las aceras por apropiación de particulares, sin que ninguna autoridad haga nada. No se puede caminar, pero andar en vehículo tampoco es sencillo, el caos del tránsito que implica no sólo taponamientos, sino la agresividad con la que se transita, el desorden del transporte público, la falta de respeto por las señales de tránsito, vendedores ambulantes en cualquier esquina, son de los casos que día a día se ven sin que pase nada y provocando en el ciudadano un estado de estrés y de inseguridad que lo hace pensar dos veces antes de salir de casa. Cuando llueve, el cuadro empeora, se complica el tránsito, y se inundan las calles por la falta de alcantarillado. Mirar al cielo implica mirar un desordenado cableado. Y en casa sufrimos la contaminación sonora del colmado de la esquina sin que nadie se lo impida. Tenemos derecho a que esto cambie, un derecho que aboga por “rescatar al hombre como elemento principal, protagonista de la ciudad que él mismo ha construido”, así denomina Henri Lefbvre el derecho a la ciudad. La ciudad posible no puede ser una que dé la espalda al ciudadano, que lo maltrate, que lo excluya, que afecte su dignidad. Si es así, diría lo que dice Silvio Rodríguez, y preferiría hablar de cosas imposibles pues lo que sabemos de “la ciudad posible” (que es demasiado), no satisface, no llena las expectativa, no impacta positivamente mi vida.

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