De Boyer a Aristide

Cuando el ex vicepresidente de la República Dominicana, Rafael Alburquerque, presentó su último libr “La Reforma al Código de Trabajo», hizo importantes revelaciones sobre la posición del extinto presidente Joaquín Balaguer, quien defendió siempre el derecho que le asiste al Estado dominicano decidir el ingreso de extranjeros a su territorio. Alburquerque destacó que a principios de la década del 90, el país fue víctima de campañas de la Confederación de Trabajadores Estadounidenses, conocida por sus siglas AFL-CIO. En esa ocasión, el gremio reclamaba al Departamento de Estado de los Estados Unidos la suspensión de los beneficios que otorgaban la Iniciativa para la Cuenca del Caribe y del Sistema Generalizado de Preferencias, porque el gobierno dominicano iniciaba repatriaciones de nacionales haitianos. Al leer la reseña periodística sobre el recuento histórico que ofreció Alburquerque al presentar su obra, recordé haber escrito unos párrafos sobre el tema en aquel momento. Me puse a hurgar entre mis archivos y, efectivamente, encontré aquellas dos cuartillas amarillentas y llenas de luz que demuestran la coherencia que he mantenido en el tema dominico-haitiano, y no fruto de intereses pagados tras ser conocida la Sentencia 168/13. En estos párrafos es interesante observar cómo las autoridades del vecino país han mantenido el mismo discurso de acusar a los dominicanos de racistas y xenófobos, 23 años después, con tal de conseguir su objetivo, han aprovechado todos los escenarios internacionales posibles. Este es el artículo íntegro como lo escribí hace 23 años. Pido excusas por errores que pueda contener: Los hechos de los hombres que ocupan puestos preponderantes y funciones específicas, casi siempre se asocian o se relacionan con otros hechos que tuvieron lugar a través de la historia protagonizados por otros hombres con los cuales son afines o se identifican con algunos o con la gran mayoría de los hechos. Desde que el gobierno dominicano inició las repatriaciones de nacionales haitianos, el presidente de Haití, Jean Bertrand Aristide, ha manifestado su interés de buscar acuerdos con el gobierno dominicano para procurar posibles soluciones y así contrarrestar las repatriaciones que, según sus palabras, son hechos racistas del presidente dominicano. Aristide ha llegado tan lejos en sus pronunciamientos que hasta ha osado emplear en su discurso el término “advertir”. El gobierno de Jean Pierre Boyer que ocupó la isla desde 1822 al 1844, en uno de los rasgos característicos de la ocupación y muy especial, se empeñó ennegrecer a la población dominicana. Para tal fin, buscó todos los medios a su alcance tratando de aplicar su objetivo unificador de la isla en todo lo amplio del concepto. Durante esa devastadora ocupación haitiana de la parte española de la isla, llegaron miles de negros procedentes de los Estados Unidos, pero que, inconvenientes como el clima y el ambiente social y cultural que se disfrutaba aquí los hizo decidirse por el retorno, pero el general Boyer siguió gestionando ante Sociedades Filantrópicas Norteamericanas para que se reunieran y arreglaran los detalles para el traslado de cuantas personas de color desearan venir a radicarse permanentemente aquí. Bertrand Aristide, el presidente del vecino Estado haitiano, considera que las repatriaciones son hechos racistas, claro, él es muy haitiano en hacer esos apuntes, y entiende por demás que las acusaciones que se hacen en el extranjero obedecen a intereses macroeconómicos, per, de todos es sabido que esas acusaciones desde todos los puntos de vistas son denuncias baratas que sólo le favorecen a Haití, a Aristide y a su utópica fantasía de unificar la isla. Aristide lo entiende, todo esto lo entiende, lo conoce al dedillo, pero le teme, está interesado en buscar acuerdos, diálogos y por demás, porque siente mucho temor a fracasar, como fracasó Boyer en su plan de que los dominicanos fuésemos haitianos en una indivisible isla; y eso que Boyer gobernó durante una cruel intervención que nos humilló durante 22 años, y esa ocupación de 22 largos años no logró apagar en los dominicanos el convencimiento de que la unidad con Haití es cosa imposible. Los dominicanos no somos racistas, los haitianos sí son racistas porque sólo ven ese rasgo físico entre ellos mismos; y Aristide lo sabe, sabe que los dominicanos somos nacionalistas, y que durante la intervención haitiana, sangrienta al por mayor y detalle, desastrosa hasta más no poder, hubo dominicanos que se revelaron y nos liberaron, nos libertaron de esas horrendas cadenas interventoras y nos dieron una patria que se llama República Dominicana, y que si él, Aristide, imita en sus hechos a Boyer y sigue sus pasos, aquí de este lado de la isla imitamos a Duarte, a Luperón, a Caamaño, a Johnny Puigsubirá Miniño, y seguimos sus pasos. Acaso las acusaciones que se hacen en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos, de que aquí se esclaviza a los haitianos, ¿no es lo mismo que aquellas gestiones que hizo Boyer ante Sociedades Filantrópicas Norteamericanas?.

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