Dar y que conste

 

Los afiches llenaban el poste. Eran de un candidato a alcalde que repartió comida y regalos el Día de las madres y otras fechas. En las imágenes aparecían personas de sectores marginados mientras recibían las dádivas.

Es la forma de ese aspirante capitalino, Tony Balaguer,  de mostrar que es idóneo para el puesto por tener tanta sensibilidad. Sí,  como el hombre al que le fue reconocida su humildad y colocó la distinción en la galería de su casa.

Con irritante frecuencia aparecen en los medios de comunicación noticias sobre las donaciones que han hecho funcionarios del Estado a pobres infelices que no tienen más opción para recibirlos que dejarse fotografiar en la entrega de artículos comprados con el erario, que es de todos.

Pueden ser canastas con comida, ropa y hasta unas chancletas de goma, como hizo un aspirante a regidor de una zona rural de San Cristóbal.

Las imágenes traen a personas que reciben medicamentos o a niños a los que miden zapatos, que el Ayuntamiento del Distrito Nacional en su magnanimidad les obsequió.

A veces son textos tan cargados  de metáforas, como el que describe que gracias a Refidomsa un niño ya no tiene límites para sonreír, porque en un operativo ese organismo  le “arregló” la boca.

Claro, el país y el mundo deben leer esa noticia y ver la imagen del chiquillo y de su madre  que ahora empezarán una nueva vida, porque ya no les faltan dientes.

Una cosa es destacar las buenas obras que hace tanta gente valiosa y anónima y otra, tan distinta, que  entidades públicas y privadas cantaleteen sus “caridades”,  que necesiten que se sepa lo grande que es su generosidad. 

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