Curiosa atipicidad en el liderazgo nacional

 
Quizás, o tal vez porque la transición fue tan fulminante, nadie ha reparado en que, y después de la omnímoda gravitación política- electoral de Balaguer,Bosch y Peña-Gómez (1961-1996), el país pasó de un liderazgo político de pluripartidismo (en donde cada uno de los grandes líderes representaba fuerzas sociopolíticas distintas y de contrastes ideológicos-humanísticos contrapuestos) a otro tipo de liderazgo mayoritario que, accidental o no, se concentra y  contrapesa en un solo partido político: el PLD. Vale decir, Daniloy Leonel.
 
Es una rara coincidencia (arritmia-ruptura) o accidente de liderazgo político-electoral, en mi opinión, de múltiples lecturas; aunque en la superficialidad de una dispersa y díscola oposición política y de su periferia intelectual-mediática, sin obviar a la sociedad civil, –y en el caso de la permanencia del PLD en el poder- “dictadura de partido” o “dictadura constitucional” que, en todo caso, habría que examinar con más sosegado juicio y quizás tomando en cuenta algunos antecedentes políticos-sociológicos y algo de pedagogía política.
 
Y no es tan fácil el asunto como reducirlo y simplificarlo –como lo hacen los politólogos-sociólogos-periodistas anti-PLD- a que un solo partido hegemoniza todos los poderes públicos cuando, desde las reformas –o pacto político-electoral- de 1994 (que generó una crisis de gobernabilidad que obligó a una reforma Constitucional y a acortar el período de gobierno –de Balaguer– a dos años por la consumación de fraudes y la presión internacional) hasta la fecha, el fantasma-flagelo de los fraudes electorales fue aminorando sus apariciones siendo –hoy día- prácticamente una superada técnica de factura balagueriana de la que solo queda una soterrada “cultura” política alojada en la psiquis justificativa y recurrente del que pierde –de elecciones en elecciones- precisamente por la ausencia de un código del perdedor.
 
Por supuesto, no quiero que se infiera que estamos diciendo que nuestro país tiene unas perfectas e independientes instituciones en materia de administración electoral y  contenciosa, fuera del sesgo político-partidario y de los poderes fácticos; pero, indudablemente, hemos avanzado muchísimo.
 
Y prueba de ello es que, desde el 1994 (después de superada la crisis vía una reforma Constitucional) al 2016, el país ha celebrado casi una docena de procesos electorales prácticamente sin traumas ni amenaza a la gobernabilidad democrática. Obviamente, hay desafíos impostergables: una ley de partido, una reforma a la ley electoral y la puesta en vigencia y adecuación –en materia electoral y de democracia interna en los partidos políticos- de mandatos e imperativos de la Constitución de 2010. Algo increíble.
 
Hecha la disgregación anterior, volvamos al meollo del asunto: la realidad política-electoral de una curiosa atipicidad en el liderazgo nacional. Para ello –y para lograr una aproximación sociopolítica al fenómeno- será necesario subrayar o poner en perspectiva varios antecedentes: a) Bosch-Balaguer: dos escuelas, dos antípodas; b) la ausencia de un liderazgo de oposición política racional; y c) el fenómeno político-electoral: Leonel-Danilo: gravitación y relevo.
 
Balaguer-Bosch: dos escuelas, dos antípodas políticas-ideológicas
 
Está fuera de discusión que mientras Juan Bosch fue una escuela política –en un sentido estricto y humanístico-, Joaquín Balaguer fue –y es- una técnica-maña (no escuela) para gobernar despojada de ética y de doctrina. El éxito o fracaso de ambas escuelas se podría sintetizar en el Balaguer “Padre de la Democracia” –con lo que lo bautizó ¡toda! la clase política de vigencia actual- y el Bosch substrato axiológico-pedagógico con el que PLD ha logrado sus aciertos en la jefatura del Estado (reformas, estabilidad macroeconómica e inserción internacional del país) porque, diga lo que se diga, Bosch formó líderes y cuadros políticos-técnicos para el ejercicio de la política y el poder (el que se perdió o se extravió de ese referente –ético-doctrinario-, fue porque quiso). En cambio, Peña-Gómez fue el gran líder intermedio que quiso inculcar lógica-política al PRD -mas allá de su existencia- y que valoraba al que era su relevo político natural: el extinto Hatuey De Camps Jiménez.
 
De modo que la permanencia del PLD –de cara al 2020, 16 años corridos- en el poder no hay forma de explicarla si no apelamos a tres aspectos o antecedentes históricos básicos: a) la escuela política del Prof. Juan Bosch; b) el relevo-transición político-electoral de los grandes liderazgos nacionales que ha encarnado el PLD a través del binomio Leonel-Danilo; y c) el Frente Patriotico-1996 y, sobre todo, la gran habilidad-sagacidad política del PLD y sus líderes para –ya en el poder- pactar alianzas, construir mayoría electoral y gobernar con excesivo y asombroso eclecticismo político-ideológico.
 
La ausencia de un liderazgo de oposición política racional
 
No hay duda que la oposición al PLD no ha podido construir ni mucho menos parir un liderazgo de contrapeso ni de cordura lo suficientemente potable-atractivo como para poner en jaque la permanencia del PLD en el poder, al menos hasta el día de hoy –aunque hay síntomas de degaste y de ensayos de relevo no clásico vía empresariado-sociedad civil-, si asumimos que Hipólito Mejía (2000-2004) fue un accidente catastrófico en el contexto de la no refrendación-repetición del Frente Patriótico (año 2000) y de un empujón electoral-emocional reflejo de una compensación-retribución nacional al liderazgo de Peña-Gómez que por múltiples razones históricas-sociológicas y coyunturales no alcanzó el poder.
 
Ello explica, en parte, el hecho visible de que en el propio PLD afloren bolsones de aparente oposición (¿o correlación de fuerzas internas que se antagonizan –lamentablemente, sin el componente ideológico-doctrinario- en la definición e impostura de proyectos presidenciales?) y se acreciente –o toma cuerpo- cada vez más una política o estrategia de cooptaciones inexplicables en la reafirmación-expansión de un esquema de gobernar y de un eclecticismo político-ideológico (que hace rato vive el PLD rayano en un conservadurismo demasiado ostensible) que habrá que ver si logra enrolar-asimilar a su redil, o si no, es el propio PLD el que entra –si no ya- en mutación-transformación (algo en lo que yo creo).
 
El fenómeno político-electoral: Leonel-Danilo: gravitación y relevo
 
Innegable el fenómeno: la realidad política-electoral de dos liderazgos nacionales en el seno de un mismo partido político -el PLD-, lo cual genera una atipicidad política que habría que ver si ya se perfila –tal hallazgo- para romper con el círculo de la famosa tesis de los ciclos históricos en la arritmia sociopolítica dominicana: (Heureaux-1882-1999, Trujillo-1930-61,Balaguer, Bosch y PeñaGómez 1961-96), sucediéndose –en el poder y la oposición- continuamente hasta cerrar un ciclo histórico-biológico, o si por lo contrario, ellos mismos, en un acto de exorcismo histórico-político, cierran lo que se proyecta.
 
Por supuesto, tal exorcismo político-electoral significaría la interrupción -abrupta e intencional- del referido fenómeno de atipicidad de liderazgo que por azar y, en cierta forma, por el antecedente político-pedagógico de Bosch que, dicho sea de paso, hizo factible que el PLD lograra dos hazañas: el relevo político-generacional de Balaguer, Bosch y Peña-Gómez –encarnado en el PLD- y la transición ordenada del liderazgo de Bosch en vida (algo que no logró el PRD ni el PRSC, con relación a sus líderes históricos), en el caso deLeonel Fernández por una coyuntura especifica (que luego él –por mérito propio, como dijo Fidel Castro, y dedicación- prolongó); y en el caso deDanilo Medina, porque lo construyó –en mérito propio también- y fraguó en condiciones adversas y tenacidad de acero).
 
O quizás, la estrategia es otra (un entendimiento –consciente o inconsciente, tal vez, en la línea de aquella tesis que alguna vez levantó José Israel Cuello– de más alcance, más allá de los forcejeos y de los supuestos enfrentamientos) y va por otro rumbo menos perceptible-estratégico: la construcción de un partido-poder cuádruple, es decir, un partido –el PLD- que, en el poder, cede espacio de poder a disímiles fuerzas (en alianzas clásicas y no tan clásicas) en aparente disminución -de sí mismo- pero con la voluntad política-electoral puesta en un puerto-destino que ya se trazó.
 
Lógicamente, tal proyecto-aliento siempre será un arcoíris político-electoral porque lo ideológico-doctrinario –y hace rato- se fue a la porra.
jpm
 
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