Cumbres sin relámpagos

 
 
 
 
Las Cumbres de presidentes son importantes en un mundo globalizado. Es la mejor forma de socializar entre las naciones. Hoy todo está unido en un abrir y cerrar de ojos. Las divisiones son políticas y económicas, pero siempre hay entendimientos entre las naciones.
De ahí que fue importante la celebración de una cumbre, y más si se celebró en el país. Por la cantidad de gobernantes que asistieron, fue  un cónclave que aseguró buenos titulares de prensa, y extensos debates sobre tópicos diversos.
Pero soy claro, ninguna Cumbre, no importa el tema ni donde se celebre, ha ayudado a resolver los problemas del continente. Desde que inicie el periodismo he cubierto decenas de Cumbres de presidentes, cancilleres o funcionarios de alta representación y todo es palabrería hueca.
América Latina necesita acción para llevar a cabo planes sociales, y  no discursos. Se necesita algo más que  montar en bicicleta en una cumbre, para que los sueños de liberación política, económica y social se conviertan en realidad.
Todo sobre la crisis profunda y ancestral de este continente está dicho. Miles de mujeres y hombres han abonado la tierra con su polvo y su sangre y nada ha cambiado. Se han iniciado programas de lucha, se han mejorado niveles de vida, pero todo sigue igual.
El grave problema es el capitalismo desbocado que todo lo quiere para sí, y que no se preocupa de la suerte de millones que viven en la mayor de las pobrezas. Ni siquiera en este siglo 21 se está pensando en un capitalismo con rostro humano y parecería que retornamos a la etapa de las colonias.
Las cumbres plantean esas necesidades y esas deficiencias del Continente, pero no hay acciones políticas para implementar cambios que son necesarios. Cierto que  la mayor parte de los gobernantes de estos países tienen limitaciones en su campo de acción y saben que hay líneas que no se deben tocar.
Muchos de los problemas no tienen solución en forma independiente, sin que se comience a dar un equilibrio social con las riquezas y se instauren políticas de pleno empleo, mejoramiento de la enseñanza, programas gratuitos de salubridad, viviendas y tierra para los que todavía quedan en el campo.
En el siglo 21 seguimos con los discursos y las promesas, y ya América Latina quiere cambios y no tantas palabras. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
JPM
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