Cuenten hasta diez

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LA AUTORA es periodista. Reside en España.

Por NURYS RIVAS

 

Ahora que se ponen de moda las cartas públicas, echo manos al recurso de las letras, no para contradecir otras opiniones, sino con la esperanza de que estas letras sean un vehículo pacificador.

Ojalá nadie tome este intento como una especie de manifiesto político porque NO LO ES, el destinatario es el pueblo dominicano, al que solo pretendo tocar su conciencia.

No puedo elegir quien me leerá, entiendo que no todos entenderán mi objetivo, quisiera sin embargo que aquellos dotados de probada sensatez, sean  difusores de mi intento.

Quiero hablar del caso Quirino-Leonel Fernández, una bandera que los adversarios del expresidente han querido alzar usándola como objeto cabal, dando como cierta cada cosa que diga el señor Quirino.

No es mi papel opinar si Quirino miente o no,  este intento sale espontáneo y de la misma manera, trataré de hacerles entender al pueblo, a los comunicadores y demás que interactúan en esta litis,  que sus excesos pueden estar ocasionando daño a terceros que podrían salir muy agraviados.

Dos nombres han incentivado este escrito, en primer lugar he pensado en doña Yolanda Reyna, la madre de Leonel Fernández y en otra Yolanda, su hija menor, esa niña inocente todavía que por mucho que sus padres cuiden de que ella no se entere de pormenores desagradables, es imposible que lo logren al cien por ciento.

Si solo la hija menor me conmueve, es porque los demás hijos del expresidente son adultos y sus mentes pueden digerir sin traumas, lo que se hable de su padre, Yolanda América en cambio se está formando, su conciencia y su mente aún vírgenes de malicia, podrían sufrir un daño irreparable.

Doña Yolanda es la madre cuya vida es una tribulación,  ha de vivir con el “Santo” en la boca y el susto en el corazón, rogando por sus hijos y entre éstos, aquél que en estos momentos, precisa más de sus plegarias.

Todos tenemos madre y quienes además lo somos biológicamente sabemos que el corazón de una madre es un universo complejo, un mapa dividido en tantas porciones como hijos se tengan, en él confluye como ríos de sangre, el amor por cada uno de los hijos. Es un sacrilegio herir al corazón materno ya de por sí, afligido porque siempre algo le perturba, mucho más cuando se trata de ver angustiados a sus vástagos sin que ella pueda remediar su dolor.

Lo que expreso no tiene ni color, ni bandería política, solo pretende llegar al corazón de tanta gente que escribe sin darse cuenta quizás, de que sus palabras duras no solo hieren al papel o la pantalla virtual, sino que pueden clavarse en  las conciencias más proclives, hiriéndolas de muerte.

Quiero llegar a las voces de los que hablan sin saber o a sabiendas, de que la palabra es un arma letal que cuando no se sabe empuñar, asesina más al espíritu que al cuerpo.

Serenidad dominicanos, respiren hondo, cierren los ojos y cuenten hasta diez, antes de que broten de sus labios palabras tan necias de las que luego, puedan arrepentirse.

Les pido que sosieguen sus impulsos, este ruego no lo hago invocando el nombre del ex mandatario, sino el de dos seres que pueden sufrir en carne propia una desdichada experiencia.

 

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