Cuando las encuestas mienten
Por: Eladio Capellán Batista
Es harto conocido que en toda guerra la verdad se convierte en la primera víctima de sus barbaries, los comandos de inteligencia y contra inteligencia de ambos bandos se esmeran en perfeccionar un relato ilusorio de una verdad inexistente o simulada, para mantener engañada a la opinión pública de que la confrontación bélica era inevitable y necesaria.
Bajo esas premisas, se ganan falsas batallas, se abulta el número de soldados, se inventan armamentos destruidos, se miente sobre territorios conquistados, pero sobre todo, se maquillan encuestas, para confundir a quien aporta los muertos e influir en la aprobación de la infausta contienda.
En el plano político ocurre igual, con razón es una verdad axiomática de que la política, es la guerra misma, con la agravante de que en aquella, te pueden matar moralmente en vida, teniendo que acostumbrarse a vivir bajo la mancha indeleble de un estigma que muchas veces alcanza los cimientos mismos de la familia, incluso por generaciones.
Si observamos el panorama político de la R. D, veremos que se ha desatado una encarnizada guerra de encuestas a casi un año de la gran batalla electoral, y conforme a los disimiles e irreconciliables resultados, hay que concluir que alguien miente deliberadamente, gobierno u oposición, en procura de confundir a un pueblo que por sus bajos niveles de educación les está vedado distinguir entre qué es verdad o mentira.
Muchas veces, las distorsiones más burdas se presentan en aquellas encuestas, supuestamente creíbles como instrumento científico de medición popular, las cuales en los últimos tiempos son aceptadas con elevados grados de confianza por la mayoría de la población, razón por la cual el bando de mayores recursos procura comprarla a cualquier precio.
No es intención de este artículo desprestigiar las encuestas per se, ni siquiera demeritar a quienes incursionan en ese delicado trabajo de impresiones, emociones y estadísticas, reflejadas en la investigación social, política y económica contenidas en ellas.
Ahora bien, lo que resulta inaceptable en una madurada democracia, son las contaminaciones aberrantes producidas en una medición cualquiera, independientemente de la fama lograda por la empresa que la represente, que por su impacto neuro-cognitivo, sutilmente podrían ir posicionando a uno de los bandos en detrimento de otro, desvirtuando la realidad política del momento.
Ahí entra irremediablemente, el concepto de Guerra Psicológica con todo lo que semánticamente encierra dicha acepción, esto es, contamina, condiciona, roba voluntades, altera la verdad, justifica fraude y lo peor, consolidan una valoración ficticia, quizás del peor candidato adaptada al que la paga y confundiendo a quienes, a la postre, deberían, libre de todo condicionamiento, elegir el gobierno de la nación.
En otras latitudes con instituciones, fuertes y vigorosas, las encuestas amañadas por lo decisorio que estás podrían ser, son castigadas con penas ejemplares contra sus directivos y contra aquellos que comprobadas su participación activa, pagaron tal instrumento de medición, para engañar al electorado creando falsas percepciones de simpatías fallidas.
En nuestro país, a medidas que se acercan las elecciones de mayo comienzan a aparecer encuestas hechas a la medida y publicadas por distintos medios con fichas técnicas que a veces evidencian una desconexión abismal con la realidad fáctica electoral, y estas inicuas posturas se producen, precisamente, por la carencia de un instrumento legal sancionador de tales desafueros que blinde y proteja la esencia misma de la democracia,
En fin, las elecciones son la expresión sublime del soberano, las cuales por su trascendencia se impone una tutela efectiva con una modificación a la ley electoral que contemple penas ejemplares a los gurúes de falsas percepciones, eso si, para evitar injusticias deben de ser luego de constatar mediante peritaje serio e imparcial las reales alteraciones detectadas, lo que impediría que nadie se atreva en su sano juicio, a usar las encuestas como arma de guerra desinformativa, so pena de ir a la cárcel, resarcir daños y sujeto a la condena del escarnio público.
jpm-am
el problema es reconocer el resultado final de la encuesta. ahora mismo en guatemala el favorito de las encuestas tradicionales quedo en tercero y mira el lio que estan armando los perdedores y es lo mismo que paso en peru que tumbaron a castillo.
sr. eladio, ese es el festival de la democracia representativa.
la primera parte del artí**** es lo que decía esquilo, las encuestas en sí no mienten, mienten quienes la preparan por encargo, existen paises donde una semana ante de las elecciones está prohibida la publicación de encuesta, las encuestas pueden influir en personas sin conocimiento, otro problema es que con las redes sociales las encuesta se caen por la manipulación, se puede creer en encuesta sabien quien pago ese sondeo, ese es el meollo.