Crónica de una renuncia anunciada

En el año 2012 escribí -al calor del debate sobre la reforma fiscal- un artículo en donde planteaba que cuando un militante o una figura de un partido político cualquiera entra en contradicción recurrente con la línea general o con asuntos capitales-estratégicos de de ese partido, entonces era el momento oportuno para renunciar. Y lo decía aludiendo precisamente a Minou Tavárez Mirabal y al voto disidente que emitió para oponerse a la reforma fiscal que sometía su partido y gobierno en aquel momento. Es más y para ser gráfico-textual, me cit “Entonces el meollo del asunto está en deslindar política y estratégicamente: cuándo está en juego algo para el debate rutinario ética-doctrinariamente (por ejemplo el tema del aborto, de género, de exclusión social, etc.), y cuando se está sometiendo algo de capital importancia de tu partido y gobierno con el que seguro la oposición política y sus satélites de la “sociedad civil” estarán en desacuerdo de antemano por puros intereses político-electorales u corporativos. En el primer escenario, se vale, y hasta es saludable que, un miembro, o una figura de un partido político, asuma una postura contraria a la de su partido basado en algún principio ético, religioso, o de simple criterio; pero cuando se presenta el segundo escenario, lamentablemente, debe predominar la voz del partido que te seleccionó, te presentó, y te votó. Si sucediese lo contrario, es conveniente que el miembro o la figura comience a plantearse esta interrogante: ¿qué hago en un partido político?, digo, si no es que, frente al desafío-desacato, el propio partido hace el ejercicio y actúa. Lo que ha hecho la distinguida diputada Minou Tavárez Mirabal respecto a su posición pública frente a la reforma tributaria sometida por su partido y gobierno tipifica bien el cuadro del párrafo anterior. Y no es que un funcionario electo cualquiera olvide el compromiso cívico-social que asumió al ser elegido, es que los ciudadanos sabían previamente que estaban eligiendo a un miembro-aspirante de un partido político y no a un “supuesto” independiente (“Minou Tavárez Mirabal y un “Tea party” de izquierda”, Almomento.net, noviembre 10 de 2012). En consecuencia, lo que la diputada Minou Tavárez Mirabal ha anunciado al país, en estos días, es el desenlace final de una ruptura política-partidaria que ya era bastante ostensible y que además ya no podía posponer más, so pena, de faltarse ella misma. Bien hizo pues, con renunciar a un partido político que ya no concebía suyo ni mucho menos llenaba sus expectativas éticas y aspiracionales (porque creo que aspiró, en justo derecho, varias veces a presidir la Cámara de diputados; pero además, que tenía una agenda-discurso abiertamente pro-sociedad civil). En otras palabras, ya no cabía en el PLD. Otra cosa: no sé en qué fecha ingresó la diputada Minou Mirabal al PLD, pero de seguro que vivió, leyó o se enteró de las razones que el Prof. Juan Bosch esgrimió para renunciar, sino me equivoco en 1988, del partido que fundara en 1973. Lógicamente, aquella renuncia de Bosch bien pudo obedecer a una táctica-estrategia para conjurar algunos vicios pequeños burgueses, desvíos políticos-doctrinarios, o quizás -quien sabe-, para conjurar desacatos, indisciplina, o tal vez, desafíos embrionarios a su liderazgo. Lo cierto es, que la diputada Minou no está –con su carta-renuncia- diciendo nada nuevo ni que pueda irritar la dermis de un “autoritarismo” jerárquico-histórico-político que es extensivo a la cúpula de los tres partidos mayoritarios (llámese: PLD, PRD y PRSC). No quiero especular sobre otras posibles razones además de “autoritarismo”, “grandes caudillos”, “crisis institucional” que llevaron a la diputada Minou Tavárez Mirabal a renunciar de su partido; pero como figura pública que es (con el agregado-referente histórico-heroico de su árbol genealógico que valoramos) y como afirmara -en su carta-renuncia- que no dejará la política, es probable (y me aventuro) que, de cara al 2016, la sociedad civil (otro partido político), Guillermo Moreno, o la Convergencia le ofrezca su plataforma política-electoral (grande o pírrica), y desde allí, podría emerger como candidata a senadora, a alcaldesa, y si apura el paso y acumula simpatía electoral suficiente, a Vicepresidenta. ¡Y cuidado..! De modo que no hay que subestimar ni tampoco sobredimensionar una renuncia que ya se veía a leguas. Lo correcto y decente ahora, es, desearle suerte y respetarla como lo que es: una figura política en pleno vuelo o descenso. El tiempo dirá. Pero una cosa queda clara con esta renuncia: en el PLD hay miembros y “figuras”, en minoría ortodoxos, que militan en un partido que ya no existe (el de cuadros), y peor, que no se enteran de est que es de centroderecha (al margen de Principios, Congresos y qué ochocuartos…), está gobernando y tiene aliento y garras (voto duro) para un largo trayecto en el poder. Digo, siempre y cuando, comience a repensar lo que Juan Bosch pensó: ¡el partido! El caso de Ingrid Betancour en Colombia Igual de la colombiana y ex candidata presidencial secuestrada por la FARC (que luego fue liberada-rescatada) escribí estos párrafos: “Los seres humanos que de alguna forman trascienden el anonimato colectivo a que estamos condenados la mayoría del común de la gente, deberían entender que una vez se produce el fenómeno, todo cambia y ya nada es igual. Un líder político, religioso, empresarial, social, o más sencillo aún, una figura pública, si no hace conciencia de que una lupa colectiva observa y vigila lo que dice y hace, está condenada a la más cruel desafección pública: el desencanto colectivo y la desaprobación sumaria de sus actuaciones. Por ese proceso de despojo y desmitificación, han desfilado innumerables personajes de la historia universal. Creo que Ingrid Betancourt obvió ese código universal que rige y regula las actuaciones de la vida pública de los hombres que trascienden y que logran liderazgo, fama, admiración y respeto. Al demandar al Estado colombiano, Ingrid no imaginó que, en cierta forma, también, estaba demandando y pasando factura, aunque no fuera su intención -y como se dice-, a un pueblo que la acompañó en su secuestro-cautiverio y que esa desgracia nacional (terrorismo-secuestro) es el rostro cotidiano de la violencia y el anacronismo de la FARC y de otras facciones guerrilleras que el sentimiento colectivo colombiano rechaza y repudia. Ella, sencillamente, al demandar, se equivocó. Ella, Ingrid Betancourt, debió pensar que no era un guardia liberado, un General, un concejal, un policía, un juez, un diputado, un alcalde, un millonario, es más, ni siquiera una ama de casa, si no, y, sobre todo, una figura nacional con pretensiones -en algún momento- de alcanzar la primera magistratura del Estado. Y cuando se llega a esas alturas, los pueblos sólo demandan de sus líderes sacrificios, redenciones y entrega a cambio de la gloria” (El Nuevo Diario, septiembre de 2010). Y nos preguntamos: ¿habrá reparado Minou Tavárez Mirabal, a pesar de los abismos-diferencias de su caso con el de Ingrid Betancourt, en estos antecedentes universales? ¿No estaría saliendo –como dice el refrán- “de guatemala a guatepeor”, justamente, en un país donde no hay izquierda que no sea teórica, nostálgica y de periódico, donde el PLD (si el PLD), comparado con el PRD, es una revolución (o es que se olvida el feudo-país que heredamos en el 1996 y en el 2004, y que Andrés L. Mateo –intelectual, escritor, poeta, novelista y político- tiene como líder-guía a Hipólito Mejía), y donde la sociedad civil, casi en mayoría, es un “situado”? El PLD que hay que repensar Ciertamente que no hay que hacer una fiesta-celebración por la renuncia de Minou Tavárez Mirabal, pero tampoco exagerar la nota, pues como estará en política, fácilmente o muy pronto, la tendremos de aliada, de adversaria, o de opositora rabiosa. Por ello, lloros, lamentos y meas culpas están de más, o cuando no y mirando a futuro, de votos pendejos-extraviados en una refriega-desmadre (la del 16) que será de mansos y cimarrones. Entonces, ¿qué hacer? Sencillo, el PLD de hoy y como partido político ante su militancia, tiene que desnudarse, confesarse y exhibirse tal cual es (de centroderecha), sin intermediación de Congresos, Conferencias ni subterfugios baladíes. Y ese confesarse, pasa primero y sobretodo, por celebrar ¡ya! elecciones de todo el entramado dirigencial a nivel provincial, municipal, de seccionales, de direcciones medias, de bases y de renovación de gerencia de secretarías. Segundo, por redefinir, con carácter de urgencia, una chichigua en banda: la relación partido-gobierno; tercero, ubicar, desde una óptica de poder-empoderamiento, a sus cuadros políticos y técnicos (por supuesto, no estoy hablando aquí de amigos, familiares, lambones y relacionados que todos sabemos son privilegiados, sino, de dirigentes meritorios que han sido relegados, abandonados, subvaluados en sus propios gobiernos). Porque el peledeístas –por formación y principio (herencia del partido de cuadro-escuela)- es obediente, ceremonioso, disciplinado y hasta pendejo. Por igual y militantemente, coadyuvar con la excelente gestión de gobierno que viene desarrollando el Presidente Danilo Medina al pie de la letra de la oferta programática que él, el PLD y el Bloque Progresista se comprometieron cumplir y que va a buen ritmo. Pero además y sobre todo, con la construcción de la incipiente y decidida “ética pública” que el Presidente y su administración han abrazado a capa y espada. Urge pues, hacia el interior del PLD, una corriente pensante-crítica filosófica-doctrinaria que diagnostique el estado actual de un partido en el poder que tiene –por necesidad dialéctica- que referir e importantizar su democracia interna, que pasa, entre otras definiciones, por poner fecha de caducidad-eleccionaria a cierta jerarquía ya casi vitalicia y por demás monopolizadora de su vida orgánica-institucional.

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