Cosas de San Cristóbal: La protesta de 1962 (5ta parte)
Al final de la entrega anterior, vimos que el gobierno ordenó detener al propietario de la radioemisora local para que confesara quién políticamente estaba detrás del estado de enervamiento que vivía San Cristóbal, si el comunismo internacional o la familia Trujillo, ésta ya con cuatro meses desterrada del país.
Prosigamos:
Como es natural, las autoridades investigadoras no quedaron satisfechas con los argumentos expresados por el joven empresario y le dejaron en calidad de detenido, en una sala de la Casa de gobierno. Dejemos ahí a Irving Alberti Tió (hijo del conocido músico Luis Alberti), por el momento muy asustado y preguntándose si podía ser verdad que le encarcelarían por largo tiempo en la isla Saona, como le habían amenazado “por desestabilizador y agitador contra el gobierno legítimamente constituido”.
Vamos ahora a ver, cómo empezó a resolverse el asunto de la gobernación provincial por la renuncia de su titular don Titín Uribe Albert. El gobierno no contaba con un candidato determinado que fuera ideal para representarle en la provincia. Sí tenía varias opciones, pero no encontraba a ninguno de ellos ajustado a sus requerimientos de ser una persona aceptable por SC., amiga del gobierno y que pudiese contribuir con solucionar el inconveniente presentado.
FELIPE PARRA PAGAN
Todas las personas disponibles para el desempeño de este cargo que se le señalaron, eran miembros del partido oficialista Unión Cívica Nacional. Pero el gobierno no quiso hacer uso de alguna de ellas en ese momento porque pensaba que quizás no fuese políticamente lo más prudente. Por sólidas referencias, se le recomendó que la persona adecuada lo era el señor Felipe Parra Pagán, simpatizante del grupo social cristiano, quien reunía más cualidades de las exigidas para ocupar el dificultoso cargo en tan controvertido momento.
El Consejo de Estado rápidamente le llamó a Palacio para el intercambio previo de impresiones. Cuando Parra Pagán se presentó allí alcanzó a ver a Irving triste y cabizbajo sentado en una silla de una salita. Entonces, se le requirió su parecer con respecto a las quejas de su pueblo natal, contestando que él estaba de acuerdo con todo lo que estaba ocurriendo en SC.
Los Consejeros, muy sorprendidos, le recriminaron agriamente sus simpatías y conceptos, pero Felipe fue más contestatario y ahí mismo acusó al gobierno de opresivo, por tener al joven Irving Alberti detenido sin justificación legal alguna. Entonces, Felipe les prometió que si pronto no lo liberaban que se prepararan para tener que encerrar a la población de S.C. completa.
Aquellos, muy irritados, comprendieron que éste no era el hombre conveniente para ellos y dieron por terminada la reunión, no sin antes Felipe hacerle la última promesa de que la insubordinación seguiría sino se complacía a San Cristóbal en sus justos reclamos. Por milagro, como se dice, no lo dejaron detenido junto al radiodifusor Alberti.
BARINAS COISCOU
Finalmente, el gobierno tomó su decisión y designó al Dr. Sócrates Barinas Coiscou como su representante directo en la Provincia. En ese momento, don Sócrates se sacrificó por la pacificación de su pueblo, siendo Presidente de la Corte de Apelación de S.C., Presidente del Frente de Vigilancia y Planificación Social de la Provincia y por último yerno del anterior Gobernador Provincial, don Titín Uribe.
El Ejército Nacional no había tomado participación en los sucesos y esto le hizo aumentar grados de simpatía en la población, ya que así era inesperado. El comandante militar de la Fortaleza del Ejército Nacional en S.C. era el coronel Enrique Casado Saladín, prudente soldado que solo había sido hasta el momento un intermediario ante las demás autoridades, en diligenciar la pacificación de la ciudad.
Dicho oficial se presentó al Cuartel policial exhortando a sus miembros a ser tolerantes y comedidos frente a la población. Mientras se conversaba, nosotros nos acercamos para tratar de percibir mejor lo que acontecía, entonces varios jóvenes de los más beligerantes de la insubordinación, hicieron deslizar hasta debajo de un jeep policial ahí estacionado un coctel molotov, que no estalló debido a la poca pericia de sus fabricantes.
Se armó un corre-corre y la policía no reaccionó quizás porque en su interior se encontraba el comandante local del Ejército, quien desaprobaba todos los excesos cometidos por aquella. Cuando el coronel Casado salió del edificio fue muy aplaudido y vitoreado por el público y los muchachos Humberto Sánchez y Ángel Suazo Mateo recogieron las grapas para ponchar neumáticos que estaban esparcidas en las calles y por las cuales transitarían los vehículos que le escoltaban. En honor a la memoria de tan pundonoroso militar, su presencia resultó ser refrescante y apaciguante.
SABOTAJE
Un episodio ignorado para la mayoría, ocurrido esa terrible tarde es pertinente citarle ahora. Un comando especial, en función de sabotaje por la causa, se trasladó hasta el banco de transformadores de las redes eléctricas nacionales, ubicadas en las cercanías de Hatillo, Cuando el grupo llegó a las inmediaciones del lugar, encontró que una patrulla del Ejército Nacional les estaba esperando. Entonces desistieron de lo determinado y retornaron a la ciudad, pasando como si fueran aviones en vuelo rasante por el ancho cauce del río Nígua sin poner los pies en el agua y con los militares en sus espaldas en todo momento.
El coronel Casado Saladín, comandante de la dotación militar, le solicitó una entrevista al Sr. Presidente de la República, con la finalidad de enterarle de la real situación de S.C. y exponerle sus razones para el advenimiento de la paz. El Presidente aceptó, y dispuso que su edecán militar, el coronel Jorge Moreno, se reuniera con Casado en un punto previamente convenido de la zona rural, por la carretera de Medina y La Toma.
Casado, sin ambages, le dijo que si Samboy era sacado de S.C., el Ejército garantizaba la calma en la comunidad para ese mismo día, por medios pacíficos, desde luego.
Mientras esto se efectuaba y el edecán volvía a Palacio, las patrullas policiales comandadas por Samboy inesperadamente se desparramaron por las calles con la finalidad de llevar a efecto un intenso patrullaje para intimidar cualquier acto de agresión o terrorismo que pudiera presentarse en esa próxima noche.
Iban ya a alturas de la Gobernación Provincial, en la avenida Constitución y paralelamente, y al mismo tiempo, por las calles Padre Ayala y General Cabral, cuando fueron hostilizados por personas enardecidas.
Desde la esquina Constitución con la calle Dr. Brioso, los agentes policiales dispararon intensamente, atravesando un proyectil varias divisiones de una casa de madera y saliendo hacia esta última calle, donde le traspasó la cabeza a un jovencito llamado Francisco Aquino Isabel, que por ella corría velozmente buscando resguardo.
Éste, de algunos quince años, falleció instantáneamente en los brazos de la profesora Albania Pérez, que en dicha casa moraba, dejándole en su regazo parte de su masa cerebral. El proyectil en su díscola y mortal trayectoria, pudo por fin incrustarse en una pared de concreto de una vivienda aledaña.
(Continuará)
jpm