“Corroboro, corroboro” o  “Correburro, Correburro”

 

“Señora: El legislador dominicano es un tipo curioso, alto o bajo de estatura; blanco, indio o moreno de color; delgado o grueso; feo o buen mozo; que estos son los caracteres variables o comunes; su aspecto no es del todo desagradable y hasta parece un hombre civilizado…”

 

– Francisco Moscoso Puello – “Cartas a Evelina” (1913)

 

Juan Antonio Alix (Moca, 1833- Santiago, 1918), talentoso bardo popular y crítico social por excelencia, se mofaba o burlaba de la incompetencia  mostrada por los legisladores de su tiempo en una muy famosa y socarrona composición de inconfundible acento epigramático titulada “Corroboro, corroboro” ( 1884),  cuyos versos dicen así :

 

CORROBORO, CORROBORO

 

«-Dime, querido Vidal,

tú que eres medio letrado,

para ser buen diputado,

a un Congreso Nacional

¿debe ser hombre leal,

de inteligencia y decoro?

No sea penguinche, Teodoro,

que para un congreso ir,

no hay más que saber decir,

corroboro, corroboro.

 

Si es así, amigo Vidal,

yo tengo un loro educado,

que sería buen diputado,

a un Congreso Nacional,

pues él aunque es animal,

no se venderá por oro,

y sabe tanto mi loro,

que si uno habla por allá,

él contesta por acá,

corroboro. Corroboro.

 

-Pues Vidal, a mi entender,

creí que los diputados,

eran patriotas y honrados,

y de bastante saber,

que el pueblo sabía escoger,

hombres serios como un toro,

y nunca elegir un moro

para que sea mal cristiano,

¿no es así, querido hermano?

corroboro, corroboro.

 

En los gobiernos pasados,

los jefes que gobernaban,

ellos mismos arreglaban

moldes para diputados

y algunos salían dañados,

pues no servían para coro,

pero otros, créalo, Teodoro,

que antes de al Congreso ir,

los enseñaban a decir,

Corroboro, corroboro»

 

Al pie de las décimas, su autor, el entonces llamado “Cantor del Yaque”, nos presenta un relato anecdótico que no podía ser más jocoso y aleccionador:

 

« No recuerdo en qué pueblo de la República – escribe Alix – fue que eligieron un diputado al Congreso, y después de elegido le pusieron un maestro para enseñarlo a decir ‘corroboro, corroboro’.  Cada vez que el maestro le daba la lección, le decía: «Mira, para que no se olvides: corroboro, corroboro, corroboro» Tenía el diputado en cuestión una memoria tan feliz que sólo un mes necesitó para aprenderse la lección, la cual durante el viaje de su pueblo a la capital, repetía diciendo: “para que no se te olvide, corroboro, corroboro, corroboro”. ¡Bien!»

 

«Ya en el Congreso, – continúa el poeta – y tan pronto como dejara la palabra un diputado mejor elegido, se levanta nuestro héroe, diciendo: ¿“Me dejan meter el pico…?” Comprendiendo el presidente del Congreso la significación de estas palabras, le contestó que sí, que tenía la palabra.  El diputado, después de toser quince veces, escupir y pasarle el pie a lo que había escupido, se tiró del fondillo, que tenía entre peña y peña, se alzó los pantalones y dijo: “Señores: como mi vale, el que acaba de hablar, él yo somos… así… (juntando los dos índices) para que no se te olvide, » ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!»

El Congreso se alarmó y hubo tamaña barahúnda. Unos  sacaban revólveres, sus puñales otros, y creyendo que el diputado, que estaba frente a la escalera del edificio, había visto subir algunos hombres armados con intenciones hostiles; pero este,  al ver que él era la causa de semejante alboroto, gritó:»¡Alto!, señores, ¡alto! que me he equivocado; yo no he querido decir socorro, yo he querido decir “Correburro” Un amigo de este le contestó: «Tampoco es así, colega. Usted querrá decir corroboro, ¿no es así? Sí, señor, justamente, es eso es lo yo he querido decir y se me había olvidado»

 

Alix termina su relato advirtiendo que:

 

«Es pues necesario que todos los pueblos de la república tengan presente esta circunstancia para que cuando vuelvan a ofrecerse elecciones para diputados elijan hombres inteligentes y dignos de ocupar tan delicado puesto para abolir para siempre a los correburros»

 

Se trata de una sabia advertencia que todos los dominicanos deberíamos tener presente en el momento de votar  en las elecciones que cada cuatro años  se llevan a cabo para elegir a los diputados y senadores que aparentemente nos “representarán” en el Congreso Nacional.

 

Sirva el presente artículo de lección en un momento en que al Congreso pretenden llegar muchos que debido a su carencia de luces académicas y, como el diputado de nuestra historia,   es posible que tampoco sepan decir “Corroboro, corroboro”, y en su lugar pronuncien “Correburro, Correburro”

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