Controles, autoridad, no muro
La generalidad de las fronteras del mundo son ‘porosas’ y zonas de conflicto.
La dominicana con Haití, no es la excepción.
Los Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, no ha podido controlar totalmente su frontera con México. Lo mismo ocurre con Israel y sus vecinos por todos lados, o los países del magreb africano con las naciones europeas, Venezuela con Colombia y/o todas las colindancias en Centroamérica.
La dominicana con Haití nunca ha tenido control.
Las alarmas del alto mando militar deben estar hoy activadas al máximo luego del episodio en que se vio involucrado un grupo de profesionales, entre ellos el destacado cardiólogo Pedro Ureña, quienes vieron sus vidas amenazadas por una horda de haitianos que los retuvieron por más de dos horas, con la gravedad de que en el lugar habían por lo menos dos soldados del Ejército dominicano, destacados en la frontera, armados con fusiles, pero que se negaron a socorrer a los raptados. Y cuenta el doctor Ureña que al lugar donde fueron llevados había otros dominicanos en la misma situación de rapto. Y la autoridad no hizo nada.
Esos profesionales pudieron liberarse del grupo que con machetes, cuchillos, puñales, hachas y palos los retenían y habían despojado de sus pertenencias, incluyendo los motores en que hacían turismo interno por la zona, porque mintieron al hacerse pasar por ‘norteamericanos’.
Y ahora conocemos, por los reportajes de la television, la radio y la prensa escrita, que en la frontera esa práctica es común, recurrente, habitual en esa ‘tierra de nadie’, altamente ‘custodiada’ pero indefensa y pobremente segura.
El episodio ha vuelto a desatar los demonios del antihaitianismo, por un lado, y de la defensa de los haitianos que sumidos en la pobreza cruzan a esta parte de la isla en busca de mejor suerte, ponderan otros. De la ‘invasión pacífica’ de que hablan unos y de los ‘derechos’ de nuestros vecinos, de que enarbolan otros.
Y hasta el debate de la propuesta de construcción del muro, toma vigencia.
Y se pone como ejemplo la marcha de los centroamericanos hacia la frontera con Estados Unidos y la dura posición del presidente Donald Trump.
El tema fronterizo dominico-haitiano es sumamente delicado. Lo ha sido siempre. Desde cuando Trujillo ordenó la matanza de 1937 a las tensiones provocadas por el general León Cantave, inmediatamente antes del derrocamiento de Juan Bosch, en 1963, el intento de levantar campamentos de refugiados negado radicalmente por Balaguer en los ‘70, los planes subversivos de Guy Phillipe en las conspiraciones contra su país, hasta este pasado fin de semana, en que un grupo de profesionales dominicanos vivió el susto de sus vidas.
Son muchos episodios. Son muchas tensiones. Son muchas presiones que creo no se resolverán con un muro, pero que sí se aminorarían y nos aliviarían con mayores controles, con mayor autoridad, con mayor decisión sobre cómo llevar las relaciones dominico-haitianas y de cómo cuidar nuestra frontera.