Construir ¿Para qué?
La queja no es buena consejera, quejarse es como el miedo, paraliza el alma, el espíritu y el cerebro. Es como si una ola intensa de frio te atrapara de repente y desprevenido. Por eso, en lugar de quejarse, hay que aprender de las cosas que nos pasan y con valentía seguir.
Eso mismo pienso de culpar a otros por los fracasos o las cosas negativas que nos pasan, cuando culpamos a otros por los “fracasos” o las cosas negativas que nos pasan, no aprendemos nada de ellos, además, generamos un ambiente negativo, destructivo y de falta de confianza.
Por eso, en lugar de culpar a otros, debemos de asumir la responsabilidad por los acontecimientos sucedidos y aceptar las consecuencias. Es doloroso, pero así se aprende y se crece en todos los ámbitos, especialmente en el espiritual.
Cuando en lugar de culpar a terceros por los fracasos, reconocemos y aprendemos de nuestros errores, estamos mejor preparados para enfrentar los nuevos retos que nos trae la vida. Es la única forma de seguir adelante, lo contrario es quedar atrapado en lamentos y sentimientos de derrota.
Esa es la vida, un permanente caminar, no en el sentido literal de la palabra, sino en el sentido de un seguir marcando un rumbo, continuar avanzando aunque parezca que no te mueves, esa es la diferencia de los que construyen sin importar para quien construyen.
Porque la motivación debe de ser construir, en ese sentido cabe preguntarse: ¿Construir qué? Porque muchas veces es necesario hacer un alto en el camino y evaluar lo recorrido, evaluarnos integra y completamente, para saber si vamos bien o si simplemente vamos.
Y esa pregunta es fundamental, porque sería triste estar construyendo sin saber qué estamos construyendo, cuando es así estamos literalmente ciegos, y vamos a tientas, quizá dando vuelta en círculo y golpeando a todo el que se acerque, por temor y por falta de visión.
Una vez respondida la pregunta ¿Qué construimos?, conviene entonces contestar la pregunta: ¿Para quién construimos? Porque el para quién te aclara el objetivo y la razón de construir, te define el resultado, te hace ver la meta con mayor claridad, te define el camino.
Pero generalmente, cuando centramos nuestra vista en el Yo, no se construye correctamente, o como diría Jesús, no se construye sobre roca, sino sobre arena, de ese modo, ante cualquier situación difícil, ante cualquier viento medianamente fuerte, o pequeño temblor de tierra, se viene abajo lo construido.
Es ahí cuando surge la necesidad de hacerse la siguiente pregunta: ¿para qué? El mundo te invita a construir pensando en ti, centrado en ti, para tener un nivel de vida según tus expectativas, seguridad en el futuro para ti y tu familia, capacidad para permitirte lujos y satisfacer gustos y deseos. Y todo eso en su justa medida, no está mal.
Sucede que cuando el ¿para qué?, está enmarcado dentro de la realidad que es pasajera, entonces la respuesta lógica a esa pregunta te lleva a la conclusión de que construimos para nada, porque al final todos vamos a morir, de ese modo se pierde el sentido y la misma respuesta a esta pregunta te vuelve al ¿Para quién? Haciéndote mirar al “Yo” que te lleva al hedonismo.
Entonces vemos que las tres preguntas están relacionadas: Construir qué, para quién y para qué, por lo tanto las respuestas deben estar también relacionadas, una respuesta debe llevar a la otra, de modo que al final el trabajo de construir tenga sentido lógico para ti y el resultado sea bueno.
En conclusión, si vivimos y trabajamos para construir con la vista puesta en lo que vemos, en lo pasajero, en lo que termina, entonces es casi seguro que construir terminará en frustración, desolación, insatisfacción, incluso destrucción.
Sin embargo, si construimos con la vista puesta en lo que no se puede ver, en lo que no pasa, en lo que no termina, en lo absoluto y eterno, es seguro que construir terminará en satisfacción, alegría, plenitud y gozo.
Queda de ustedes reflexionar y determinar qué y quién es aquello que no se ve, que trasciende, que no cambia, que es eterno; y, cómo estando en lo que se ve, en lo que pasa, en lo que termina, en lo que cambia; se puede construir para ese qué o quién para el cual debemos construir.
c.aybar@nikaybp.com
que raro que el mabicero no vino como siempre con su plagoseria. haciendo cuentos y nombrando como cotorra a un tal «dios» el cual el utiliza para engatusar incauto.