Constanza: extraña fraternidad de la belleza

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CONSTANZA.- Sentado junto a Wadi Mansur en una conversación de recuerdos y añoranzas, Miguel Abreu estaba junto a nosotros. Como siempre, camina rápido –y no se está tranquilo–, se despidió de nosotros. Luego llegó el hijo más pequeño, creo, de Abelardo el fotógrafo. Padre de Cuco, Frank, Ana y ese joven que lo dejé siendo un niño que gateaba cuando nos fuimos de Constanza.

 

Daniel, a ese tú tienes que conocerlo. –Me dijo Mansur refiriéndose

 

No, no lo conozco.  –le repliqué.

 

Pues si debes de conocerlo, porque es el hijo de Abelardo el fotógrafo. –Mansur replicó con una cara de satisfacción grandiosa.

 

Allí comenzaron  a relucir la historia de esos callejones gloriosos de la época de los 50 que las empalizadas se construían con madera de pino y las casas se alumbraban con palo de cuaba, el corazón del pino.

 

Fueron muchas las historias y los recuerdos que sentados en el Restaurante Antojitos, de Johnny Tactuck, nos pusimos a volar en ese encuentro encantado.

 

Mirar a Wadi como se le nublaban los ojos de lágrimas al recordar esas huellas tan marcadas en su corazón; desde el envenenamiento de Rintin, su amado perro; a mi hermano David entonar con su trompeta a la edad de 8 años el himno nacional dominicano, vestido de caquis; A David Rosado con sus instrumentos de percusión en aquella época, era un drama especial y, a Sobrevela con su saxofón.

 

Ver a Doña Patria, la hermosura hecha mujer que Dios bendijo con una familia tan hermosa como ha sido la familia Duran Abud, especialmente Olmedo, mi amigo de infancia; de Samuel Capellán y sus padres, Magdaleno y Doña Antonia que en cuestiones de ebanistería a ese señor no había quien le ganara; Juan Martínez y Alfonso Jiménez, veganos, establecieron las zapaterías y peleterías en esa Villa del amor.

 

Con esas pequeñas industrias, los constanceros no tenían que salir a comprar zapatos en otro lugar; la pela que me dieron  por comer morcilla en la casa de Abelardo hasta recordar los sancos, carriolas, la fortaleza, el topao, las habichuelas, los repollos las zanahorias, los Rosselló, los Tomé, los Sobrevela, la Vieja Nona y su esposo Félix Fernández los padre de Anyó, Felicito, Caqui, Quique y muchos otros más; Bolívar Collado, el viejo Pungo y Doña Guarina; Los Tactuck Concepción desde Eddy, Ramfis, Jacqueline, Milagros, Wadi y Johnny forjadores de sueños y caminos.

 

De realidades que a través del tiempo han hablado con realidades; los recuerdos de aquel viejo Correos que metía miedo al cruzar por allí los parroquianos; Al viejo Calcagno (Calcaño) con sus constantes inventos, el padre de Ricardo Calcaño Abud; los recuerdos de la leche batida de la esquina de los Despradel y su hijo Fernandito, el Jengibre de Luis Collado, el glorioso Acosta y su colmado.

 

El señor Nishio y Doña Inés –padres de Mite y Mihoko– que enseñaron a comer al pueblo de Constanza sus rocitas de arroz que todavía se mantiene la tradición.  El Genio de Papi Collado que para cuestiones de motores y pintar un carro no había quien le pusiera un pie delante.

 

Vivir y llegar hasta la Colonia Húngara, donde los constanceros aprendieron a pintar las vacas al ver que los húngaros lo hacían para robárselas. De ahí que nunca prosperaron, porque Trujillo los desahució. La Colonia Húngara fue establecida donde estaba la Secadora.

 

Volar y volar y aterrizar en el trapiche viejo que todavía hay pedazos por ahí, según nos dijo David Rosado. Las cañas sembradas por las inmediaciones de la Colonia Española…. a nosotros no se nos olvida tantas vivencias, tantos recuerdos. Una gama de tantas cosas que fue imposible para Wadi y para mí, renunciar a dar un viaje por esos prados del ayer.

 

Imagino como Faustino Aquino Tiburcio debe estarse sintiendo sorprendido y preguntándose esos destellos fotográficos de la mente del ayer constancero. No sabemos quien heredó el archivo fotográfico de Don Abelardo, porque era la historia pictórica de un pueblo glorioso que él en su afán constante iba recompilando, creando y tejiendo historias con el mágico de su lente en aquella famosa cámara Agfa. Y no hablamos ni de Feliux Fernández, Papo, ni Felipín y mucho menos del rey de las cotorras y tórtolas en cautiverio, el famoso Pepeye.

 

Recordar ese Valle encantado de tantas hermosuras. ¡Estrofas del tiempo de Navidad, aromadas e ingenuas como campanillas de los campos! Noches decembrinas en que el frio se hace calor de corazón, y en las casas hay jengibre y manzanillas, pino, hojas de laurel, refrescos de zanahorias y remolacha; tamales calientes y buñuelos con miel…   Casabito y caimitos en el Gajo, también. Ya vienen los reyes de Oriente por las montañas constanceras, sobre las que se riega el azulado y misterioso resplandor de la Estrella. Ya hay presagios de hosannas en los altos cielos, y tiemblan Herodes y los príncipes de los sacerdotes en sus Palacios de Jerusalén… Esa estirpe era la de Constanza.

 

Cuando veo el esbozo de la mujer bella de Constanza, la de ayer y la de hoy, sólo en los ojos y la fisonomía de Dilenia Durán, puedo, quizás sintetizar lo que la belleza constancera es: Ella posó sus ojos de miel aceitunado sobre la rosa blanca; ¿por qué me pareció que la flor se había hecho tenuemente azulosa, con la sombra de aquellos ojos? en cambio,  el rostro de la mujer pareció hacerse más intensamente blanco; ¿fue el alma de la mujer, que penetró en la rosa, dándole azulidades de miosotis? ¿Fue el alma de la rosa, que irradió en la mujer, dándole una palidez de nenúfar? ¡Extraña fraternidad de la Belleza!

 

Cuando se va el Sol, deja todavía un destello  vespertino que se muere poco a poco y que parece hecho de la paz profunda de la ciudad. Esa es nuestra Constanza; ese es nuestro ayer…

 

Hoy un corazón pidió también abrigo, y, por no encontrarlo se quedó muerto de la helada a la orilla del camino. Wadi, que tras una ausencia de treinta y ocho años de su pueblo, en la lejanía lloraba como un niño y sollozaba: «En mi pueblo, caramba, eso no puede ser, no puede ser. » Lo miré con mis ojos ditirámbicos y una lágrima furtiva rodaba por mis mejillas como perla liquida y cristalina al ver el contraste de la Constanza de ayer y las lágrimas impotentes de quien lo ha dado todo por su pueblo y su querer…

 

Jpm

 

EL AUTOR es comunicador. Reside en Cotuí.
EL AUTOR es comunicador. Reside en Cotuí.
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serra73
serra73
8 Años hace

Muy linda reseña , un pueblo maravilloso en ese entonces . Pero de ese pueblo ya queda muy poco lamentablemente, se lleno de forasteros y dejo de ser el constanza que aún en los año 90 era . Soy nativo de constanza conozco a cada una de las personas mencionadas y sus hijos pero ellos los que aún viven saben que constanza ya no es lo mismo nubes igual. Su belleza esta intacta. Pero no era su belleza lo que más gustaba , era su gente y parte de su gente ya no sale por que constanza y no era… Leer mas »

Cacaito
Cacaito
8 Años hace

La verdad si se ponen a contar cada historia de cada uno de los habitantes de Constanza, va a faltar mucho papel de baño para limpiar muchas bla bla bla. Recuerden que Trujillo para refinar la raza Dominicana importó extranjero y principalmente en esa área, el que se crea constancero 100%, recuerde que es la liga de varias razas afincada allí por Trujillo.

Roberto Adames de la Cruz
Roberto Adames de la Cruz
8 Años hace

A la verdad que me sacó unas dulces lágrimas…soy un Constancero que salí hace 20 años de mi amado pueblo y aunque no conozco la historia completa porque todavía no llego a los 40s, el 90% de lo que ha señalado lo conozco y también lo añoro.
Gracias por compartirlo.-

sanguilli
sanguilli
8 Años hace

SR NO TENGO EL GUSTO DE CONOCERLO,PERO ME HIZO RECORDAR MI LINEA NOROESTE,QUE ALGUN DIA VOLVERE ANTES DE MORIR

PATRIOTA DE VERDAD
PATRIOTA DE VERDAD
8 Años hace

Lo mas penoso es que empresarios bandidos y politiqueros sarteadores han deforestado todas las montañas del municipio de Constanza. Y sin bosques ni agua, Constanza no tiene futuro.

Fernando44
Fernando44
8 Años hace

No soy de ahi, ni conozco al autor, pero hacen faltas esos recuerdos, quizas es la unica forma de recomponermos, congratulaciones