Cautela y moderación, las reglas de la transición
Las elecciones presidenciales, hasta en los países civilizados, siempre generan algún tipo perturbación pública. En nuestro país (RD) el asunto se hace más crítico por las pasiones que implican el hecho de cambiar la administración del mayor empleador nacional, que es, a su vez, el gobierno central.
Sólo por esta realidad, en el proceso de cambio de mando, debe estar presente de manera permanente la mesura, así como el comedimiento. Pero, sobre todo, tienen que imponerse la sensatez y su inseparable anverso, la cordura. Es de ahí que, en los períodos de transición, conviene que se hable lo menos posible, para que reine la cautela.
Comparto estas opiniones porque creo que, en esta última semana, previa a la juramentación de las nuevas autoridades, se multiplicarán las declaraciones sin sentido de los nuevos funcionarios desaprensivos, de los que abandonarán el barco al tocar puerto, de los que ya demandan juicios sumarios contra todos los “corruptos” y por supuesto, de los “desesperados” que no ven la forma de que su nombre salga en los llamados “decre-twitts”.
En este grupo de protagonistas del hablar sin que les pregunten, sobresalen los anunciados nuevos funcionarios, porque son los que más daño hacen. Cuando abren la boca para anunciar acciones que -en ocasiones, ni siquiera dependerán de ellos- sólo agregan leña al fuego de las expectativas. Y nuevas expectativas, es lo que menos necesita el próximo gobierno.
Siendo optimistas, no sería infundado asumir que más del 50% de las promesas de campaña, habrán de postergarse para un segundo e ineludible mandato del presidente Abinader. La crisis económica, la epidemia del COVID-19 y el desajuste entre los planes de los ganadores y las ejecutorias de los que saldrán del poder, garantizan que los primeros tres años de la administración futura, sólo alcanzarán para enfrentar las contingencias más perentorias.
Con este escenario de precariedades, advertimos y recomendamos que las declaraciones de los nuevos funcionarios no deben generar expectativas extras en la siquis de la población y, por consiguiente, no pueden ser bienvenidas por el presidente Abinader y su equipo.
De los que van a dejar el barco después del 16 de Agosto, lo más conveniente es que se mantengan lo más callados posible. Únicamente los que están seguros de salir en las primeras tandas de cancelaciones, se aventuran a decir “cosas”, pero, no siempre con ese alto contenido de sarcasmo que externan los más temerarios.
Dentro de los que claman por esa tan esperada “justicia inmediata”, ya hay ciertos grupos que se preparan para “recordar y advertir” al nuevo gobierno sobre la necesidad de comenzar de inmediato el sometimiento y posterior encarcelamiento de todo funcionario o familiar denunciado como corrupto por ellos mismos. Naturalmente, está por verse la capacidad de convocatoria de esos grupos, hoy que todos esperan su nombramiento.
El grupo que menos habla, pero que no está nada conforme, es aquel que espera por su “nombramiento” y que no ve forma de que salga. Entre Hipólito Mejía y Participación Ciudadana se han llevado más del 60% de los grandes cargos, rumean por lo bajo los compañeritos.
Sin embargo, yo creo que faltan muchos puestos por cubrir y todo es cuestión de tener paciencia. Claro, cuando se habla de suprimir entidades y refundirlas con otras, no parece ser una buena señal.
De cualquier forma, cautela y moderación es lo que se impone en este momento de lucha sorda a lo interno del PRM y sus aliados. Tratar de no poner la menor presión sobre Luis Abinader y su equipo, de seguro que será más productivo que la confrontación a destiempo. Aún quedan miles de puestos en el Gobierno.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
JPM