Caperucita verde

 

Se pintan como Caperucita Verde con su angelical manto anticorrupción, pero en vez de frutas, leche y miel, ocultan en sus canastas cruentas historias de acumulación de riqueza por vías de abyectas prácticas desleales, prevaricación, privilegios y explotación laboral.

Esos lobos de la moral se colocan a la vanguardia de una causa justa y necesaria que reclama bañarse con cloro a  poderes públicos, clase política, empresariado y mentada sociedad civil, pero la intención de la fiera es la misma de engullirse a la abuela.

Nadie en su sano juicio puede oponerse al  clamor de que se identifiquen las personas físicas o jurídicas implicadas en casos de soborno o de cualquier infracción que se defina como un crimen contra la cosa pública, pero el disfraz de Caperucita no les entalla a muchos lobos.

Esa gente conoce muy bien a Odebrecht y a sus personajes, tanto así que su comando de campaña se erigió en la antigua residencia de uno sus representantes, pero para ello lo que importa ahora es llevarse por delante  a Punta Catalina y, si fuera posible, quebrarle las rodillas a Danilo Medina.

El Ministerio Publico tiene la obligación de identificar a todos los que resulten implicados en  el escándalo de soborno, sean quienes sean, porque eso es lo que quiere la gente, pero el crecimiento de la economía seguirá, igual que la estabilidad, las visitas sorpresa y claro, Punta Catalina.

Ojala que en esta nueva historia de Caperucita Verde, la gente pueda identificar si  ningún tipo de distorsión política o mediática a los Barrabas del Gobierno, del Congreso, de la justicia, del empresariado, de la política, de la Sociedad Civil y de la prensa.

Muchos de los que se ajustan el manto verde arrastran  una indignante historia de represión política, corrupción y entreguismo, mientras otros  “pegados con coquí”, alimentan una alianza filistea con lobos oligárquicos, sustentadas en  buen vino y perfume Cartier, porque  en términos políticos no han sido capaces de sacar un minino a  excretar.

La estabilidad económica, política y social no puede estar en juego por el  escándalo de Odebrecht, en torno al cual  el Ministerio Publico y Orden Judicial deben mover cielo y tierra para identificar a todos los implicados, sean mansos o cimarrones.

Los ciudadanos que con todo derecho y razón expresan indignación por la corrupción o la impunidad, tienen que evitar que les cambien el cuento de Caperucita, porque de lo contrario, un lobo con disfraz verde  que se hace pasar como si fuera la inocente niña, se comerá a la abuela,

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