Cada vez más nos quedamos huérfanos de lucidez

La certeza de que la muerte es un eclipse no tiene discusión, al menos si quien desaparece no deja más que huesos. Sin embargo, en el caso que nos ocupa se trata de la desaparición de dos hombres de ideas y de irrenunciables convicciones que supieron exponerlas -y defenderlas- sin miedo ni tapujos, de cara a los poderes fácticos sin importar los tiempos, nubarrones o turbulencias. Fueron, en suma, y desde sus respectivos campos de ejercicio y competencia –uno desde el ejercicio de un periodismo excesivamente ético, incisivo y responsable; y el otro, desde la cátedra y el examen-análisis exhaustivo de múltiples fenómenos o desafíos globales: fanatismos religiosos, democracia, multiculturalismo, migración-superpoblación, mass media –aquí la conexión entre el periodista y el filósofo-politólogo- y choque de civilizaciones, en fin, dos inexpugnables ciudadanos que sortearon -con lucidez- los derroteros de este mundo –pata arriba-, y que, de paso, nos legaron sus acertijos previsibles.
Empecemos pues, por el nuestro, el acucioso periodista, don Rafael Molina Morillo. Una primera aproximación al ciudadano y su trayectoria profesional, nos lleva, sin zigzagueo –y a partir de 1961-, a un periodista equipado con el dominio cabal de la palabra-lengua como herramienta de trabajo, tanto en el fondo como en la forma, por cierto muy elegante; pero, sobre todo, perspicaz e incisivo. Encima, partero y armador de aventuras y riegos editoriales inéditos en tiempos de regímenes autoritarios de férrea vocación castradora de las libertades públicas y de todo periodismo de apego al principio cardinal-universal de informar sin cortapisa. Presupuesto este último, que le deparó victorias, derrotas, fracasos; y lo más lamentable: vivir en carne propia la intolerancia en su expresión más salvaje e ignominiosa, quererlo callar-silenciar, y cuando no pudieron, volar la editorial (“Ahora”-1965), o más criminal, asesinar la joven voz que, a través de Microscopio, se elevaba, desafiante, bajo su auspicio y respeto, ante la barbarie-régimen de un sátrapa ilustrado (El Dr. Joaquín Balaguer, 1966-78).
Luego, vinieron otros tiempos de libertades y formalidades democráticas (1978…) que el acucioso periodista supo afrontar, en medios de empresas editoriales fallidas, ejercicios diplomáticos, y de nuevo en la dirección de medios; pero jamás, en ninguna de esas faenas, sus convicciones y reciedumbre ética-periodística se doblegaron o siquiera sufrieron bajas. Todo lo contrario, se afinó su olfato periodístico y se hizo más incisivo, cascarrabias e inclaudicable con los actores y dueños de los poderes fácticos: los políticos, los militares, los empresarios -y sus clases-. ¡Todos recibieron, sin excepción, lo que se merecían por sus faltas, sus inobservancias y glotonerías de poder y gloria!
Aunque no tuve el privilegio, siquiera, de conocerlo, sino de auscultar y abrevar, desde su magisterio periodístico, su trayectoria ciudadana y su defensa intransigente por las libertades públicas, ya desde su columna, su elegante prosa, o más aleccionador, desde la lectura de su libro-memorias “Mis recuerdos imborrable”, una radiografía cruda, dura y amena de la encrucijada serpentina de nuestra historia contemporánea con su dosis de lo inverosímil, pero también, de la certeza de una pesadilla.
Finalmente, sus últimos artículos son unas clarinadas que ojalá las descifremos y, sobre todo, las abordemos oportunamente. O quizás, pudieran, si hacemos caso omiso, significar lo que creemos, equivocadamente, lejos, superado y remoto. A propósito, oigámoslo (en suBuenos Días del 23 de marzo de 2017, titulado “Aquí estamos”):   
Durante los últimos días me vi obligado a guardar cama, aquejado por malestares de salud que no le deseo ni siquiera a mi peor enemigo (si lo tuviera).
(…)
Son cada vez más los convencidos de que nos acercamos a un colapso social de grandes dimensiones. Ojalá estemos equivocados y no tengamos que volver a los pasados años de una dictadura encabezada por algún guardia que aparezca como salvador de la Patria.
De ser así, prefiero volver a mi lecho de enfermo y esperar tranquilo lo que la mala suerte me depare. Cualquier cosa será mejor que retroceder”.
De modo que, con la desaparición física del periodista y ciudadano ejemplar, que fue Molina Morillo, no nos quedamos -¡gracias a Dios!, y hay que subrayarlo- del todo desprovisto de referente ético, pues nos quedan sus lecciones de buen periodismo y su apelación –indirecta- a no ser ciudadanos de la “secreta” como acertadamente llamó a algunos periodistas (políticos de la “secreta”).
Giovanni Sartori o “La carrera hacia ninguna parte”
Del italiano (Giovanni Sartori) y su cartografía política-cultural que  desplegó desde la cátedra, pero, sobre todo, desde una ensayística más científica-imperecedera como sus lúcidos ensayos-libros que abordan fenómenos de inocultable visibilidad universal con su correlato-enfoque: choque de civilizaciones, terrorismos, fanatismos religiosos, mass media, superpoblación,  democracia, migraciones, etcétera., que nos dejan, al final, la incertidumbre de que vamos “…hacia ninguna parte” como bien dejó tanteado en su última entrega-libro “La carrera hacia ninguna parte”. Porque “«caminamos sin ideas de cómo progresar con tantos como somos, demasiados… Las ruinas crean unidades más pequeñas, como en la Edad Media. Algunos quieren crear su pequeño reino”.
O lo que ya resolvimos –con la sentencia 168-13- y que la comunidad internacional, con sus peones –Ongs-CIDH y demás gendarmerías-, quiso anular, con Mario Vargas Llosa a la cabeza, y por supuesto, con los ojos vendados para ni mirar hacia el Caribe anglosajón (Bahamas-haitianos enjaulados), Sudamérica (y sus invisibles poblaciones indígenas), u obviando esta realidad o tendencia universal que Sartori pone sobre el tapete:

«Hasta ahora, la ciudadanía se ha basado en el ‘jus sanguinis’, según el cual el individuo adquiere por nacimiento la nacionalidad de sus padres, o en el ‘jus soli’, según el cual el individuo adquiere la nacionalidad del país donde nace. Los países muy poblados mantienen en general el primero; los países poco poblados adoptan en general el segundo. (…) Quisiera proponer un tercer criterio: la concesión de la residencia permanente, transferible a los hijos pero siempre revocable, a cualquiera que entre en un país legalmente con los papeles en regla y un puesto de trabajo, no digo asegurado, pero sí prometido o creíble. En espera de descubrir cuántos seremos, si los podremos absorber o no, esta fórmula concede mucho tiempo y no hace daño«.
Y precisamente este último libro de Sartori nos pone justamente en la perspectiva de la actualidad nacional: ¿A qué Democracia aspiramos? ¿Cómo rediseñar un sistema de partidos políticos cuyos actores-líderes hacen escaramuzas y tramoyas para administrar la “crisis” que ellos mismos han creado desde la desaparición de los grandes líderes nacionales: Bosch,Balaguer y Peña-Gómez, negándose, de paso, a regularse por ley (de Partidos y de Garantías Electorales)?
O quizás, como ha dicho Sartori –pero que Bosch escribió antes, aunque de otro modo (cuando habló de los ventorrillos políticos)- el sistema electoral nuestro debe evolucionar hacia:
La premisa de un sistema electoral perfecto (casi perfecto) es que deben estar prohibidas las coaliciones. Cada partido se debe presentar solo, proponiendo un solo candidato. De esta forma, cada partido tiene interés en presentar a su mejor candidato o, en todo caso, al candidato considerado electoralmente el más fuerte, y los partidos minúsculos desaparecen solos (obviamente para las elecciones nacionales presidenciales). En el balotaje los designados serán cuatro o poco más. Y en la segunda vuelta, los candidatos menores pueden elegir entre retirarse -en tal caso obtendrán un derecho de tribuna- o seguir en liza, pero en tal caso perderán el derecho de tribuna«.
Pues total, las colisiones o alianzas, al menos en nuestro país, nunca han sido programática, sino de reparto del organigrama estatal.
Y así, como sentenció don Rafael Molina Morillo, nos ahorraríamos este grito lacerante: “El escenario en que nos toca representar nuestro rol no es el más acogedor, pero tenemos que hacerle frente aunque esté lleno de bandoleros y sinvergüenzas”.
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
0 Comments
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios