Breve historia policial y los toques de queda
La emergencia sanitaria que vive la humanidad, ha forzado a muchos países a tomar medidas extremas en sus territorios; en esos estados donde el confinamiento ha sido parte de los controles impuestos para evitar la expansión de la pandemia, las autoridades han tenido que emplear las fuerzas coercitivas para controlar la población.
Pero hasta ahora en el contexto de gravedad que vive el mundo, en ningún país su gobierno ha sido acusado de violaciones a los derechos humanos, ni de cambiar su régimen democrático o de otra índole por una dictadura institucional, que avale el estado de sitio bélico en su territorio.
En nuestra entrega anterior, hablábamos de la incapacidad policial en República Dominicana para enfrentar la situación de emergencia desatada por la pandemia; y lo enfocamos en los diferentes altercados reportados por la prensa en todo el territorio nacional, donde los ciudadanos son vejados por los agentes policiales, muchas veces sin razones aparentes.
Las voces de alarma en contra de los abusos policiales, parecen sonar débiles, por una sencilla razón, porque los sectores de fuerte influencia en los medios y en el seno de la sociedad, son los sectores políticos; que en estos momentos están, unos en fase de reorganización, y otros a buen resguardo por sus desmanes en los períodos anteriores.
La Policía Nacional Dominicana es una herencia de la dictadura de Rafael L. Trujillo; al igual que nada de lo heredado de la dictadura, el cuerpo de policía tampoco fue sometido a un proceso de reestructuración o renovación. En los años tortuosos que siguieron a la desaparición del régimen tiránico, esa policía fue utilizada como fuerza de choque y persecución, para impedir la aniquilación de los remanentes trujillistas.
La catarsis policial debió darse en el primer gobierno del Dr. Balaguer, después de la Guerra de abril de 1965; pero esto no estaba en los planes del gobernante; no pensó en orden público y en servicio judicial, utilizó este cuerpo armado para la persecución, el acecho y el exterminio de los jóvenes revolucionarios y los dirigentes estudiantiles que descollaron en sus famosos 12 años.
Con el ascenso de Joaquín Balaguer al poder, hubo un incremento de las persecuciones y los asesinatos (Ramón Emilio Mejía Pichirilo, Dr. Guido Gil, Oto Morales, Amín Abel Hasbun, Gregorio García Castro, Sagrario Ercira Díaz, son solo una muestra del infierno vivido); esta situación tuvo su clímax aquel 12 de enero de 1972, cuando asediados por la policía, 4 jóvenes de la resistencia al régimen, decidieron vender caro su honor y su existencia.
Ese día la Policía Nacional demostró su incapacidad táctica y combativa; todos sus generales y batallones, fueron insuficientes para reducir a esos jóvenes encabezados por Amauri Germán Aristy, que a partir de las 10:00 AM comenzaron a resistir parapetados en una cueva de la Avenida las Américas; como a todos, la noche caería sobre los valientes combatientes. Las bajas policiales nunca se conocieron, pero los cuerpos de los agentes muertos llegaron al amparo nocturno a sus pueblos de origen.
El cuerpo policial de nuestro país ha sido usado siempre para las peores causas; durante las jefaturas de los generales Pérez y Pérez, y Nival Seijas, además de la represión, muchos de sus agentes eran usados para recolectar la mordida de las rifas ilegales de los colmados que se dedicaban a estas actividades.
Luego según han avanzado los tiempos y se ha modernizado la delincuencia, esta policía se ha ido adaptando en una colusión de hermandad con el delito. Los narcóticos, la extorsión, el macuteo, y el sicariato, son parte del nuevo repertorio que vino a incorporarse a los deleznables hábitos de subsistencia y enriquecimiento de los mandos policiales; eso es lo que explica que todos los jefes salen multimillonarios del cargo.
Hoy el toque de queda llega como una oportunidad más, para que todo el tejido policial conculque los derechos civiles, y extorsione a todo aquel que tenga alguna necesidad de salir de su casa; además de meterse en residencias privadas a interrumpir actividades de cualquier tipo.
El toque de queda ha llegado, para beneficiar a un cuerpo policial podrido de arriba abajo, y para perjudicar a una población amenazada por la pandemia y hastiada de ser abusada.