Belleza, soberano, delitos y orientación

DANILO CRUZ PICHARDO

          Hace varios años escribí un artículo en el que rechazaba los concursos de belleza física, porque involucran lo racial, al presentar como prototipo de mujer bella a aquella que es larguirucha, con cuerpo curvilíneo, piel clara, pelo lacio, ojos de color y nariz fina. ¿A cuáles países pertenecen las damas con esas características físicas? Es una obvia discriminación a la mujer negra del mundo.

          Estoy de acuerdo con que la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) haga reconocimiento a los artistas destacados en sus diversas manifestaciones, pero que sea mediante una actividad solemne y respetuosa. Jamás debía de derivar en una competencia de vehículos lujosos y trajes costosos, confeccionados por reconocidos modistos, ofertando como damas ideales a aquellas que lucen vestuario de valor millonario.

          Es una ofensa a las mujeres pobres de los barrios y campos del país. Y un ejercicio de consumismo en el que se coloca lo material por encima del talento y de reales virtudes y  valores humanos. El mensaje es nocivo, además, porque es una manera de decirles a las muchachas dominicanas que  —si quieren estar a la moda—  tienen  que usar vehículos y vestidos semejantes a los exhibidos en El Soberano.

          Es verdad que Acroarte no tiene forma de evitar que los artistas e invitados acudan en los vehículos que desean y vistan de tal o cual forma, pero sí puede disponer que las preguntas de las entrevistas que se hacen sean conceptuosas para generar respuestas edificantes sobre temas artísticos.

           Los cronistas de arte debían de rediseñar el formato del evento, porque (quizás sin darse cuenta) ocasionan daños sicológicos a damas que  observan la ceremonia a través de la televisión y  apenas pueden comprar un vestido de 300 pesos en la Duarte o en Villa Consuelo. Pero peor aún: es una clara exhortación  a la búsqueda de dinero, sin importar la vía, para montarse y vestir a la última moda

          Como esos son los valores ofertados por los concursos de belleza, El Soberano y otros eventos, nuestras muchachas quieren tener pelo lacio (ahí está la proliferación de la extensión de pelo, que hasta de la India se importa cabello humano). También procuran cuerpos curvilíneos, labios sensuales, cadera estrecha, glúteos, senos y nariz fina a través de cirugías plásticas. Y ojos de color mediante lentes de contacto. A  veces no trabajan y son las que tienen los celulares más costosos. ¿Cómo lo hacen? ¿Cuál es el negocio?

          Es una desagradable competencia, que trasciende en algunas  megadivas. En su afán de llevar un alto nivel de vida han caído y seguirán cayendo en vergonzosos escándalos. El último, al momento de escribir este artículo, corresponde a  la presentadora de televisión Ibelka Ulerio, que usaba siete tarjetas de crédito supuestamente clonadas por su esposo, un joven ratero  del sector de Herrera, que, según la Policía, se hizo millonario mediante esta delictuosa actividad.

          La sociedad dominicana atraviesa por una enorme inversión de valores, que no se limita al ámbito político como erróneamente a veces creemos. Se trata de una descomposición moral que afecta a todos los sectores de la vida nacional, pero el afán de lucro parece ser el causante común.

          Se impone el estudio detenido de sociólogos, sicólogos y demás expertos, para la formulación de propuestas encaminadas a devolverle a la sociedad sus valores éticos originarios. Y todos aquellos que hacemos opinión, en los medios de comunicación social, debemos de realizar un aporte educativo en torno a  valores sanos, como el estudio y el trabajo decoroso, para contribuir a reorientar a la juventud por mejores senderos.

          Naturalmente, rescatar a nuestros jóvenes del consumismo, los vicios y otras actividades ilícitas, demanda de una enorme y costosa campaña nacional, que demanda del concurso de las universidades, el empresariado y, sobre todo, del Estado dominicano.

          Pero no podemos caer en la ilusión en una sociedad donde los mayores ejemplos de inconductas se exhiben desde el Estado, con la enorme corrupción pública registrada en los últimos años, sin que la justicia haya asumido el sancionador rol que le corresponde. ¡Vaya justicia y sus tremendas cortes!

          De todos modos, Acroarte, sin ánimo de trazar pautas, pienso que debería de rediseñar la forma de su premio El Soberano. Y todo el que pueda hacerle un aporte loable a la sociedad que lo haga, porque no podemos cruzarnos de brazos bajo la hipótesis de que este país se jodió y todo está perdido.

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