Batalla de Las Carreras
El 21 de abril se cumplen ciento sesenta y seis años de la Batalla de Las Carreras, librada en 1849. Las circunstancias que precedieron y siguieron a la victoria dominicana, originaron una crisis política que por poco termina en una guerra civil. Felizmente fue superada con la renuncia del presidente Manuel Jiménes y la convocatoria inmediata a nuevas elecciones presidenciales.
Nuestra historia registra sucesos trascendentes ocurridos en abril; gloriosos algunos, penosos otros. El 23 de abril de 1655 trece mil marines y soldados británicos apoyados por una impresionante flota de 34 acorazados, invadieron el territorio bajo las órdenes de William Penn y Robert Venables. Tras fracasar el sitio a Santo Domingo de Christophe y Dessalines en 1805, el degüello de Moca ocurrió el 3 de abril de ese año. El 15 de abril de 1844 se produjo la Batalla de Tortuguero, primera conflagración naval de la República.
Aún hay más. La pena capital impuesta por un tribunal militar a Duvergé por su supuesta vinculación al derrocamiento de Santana para favorecer a Báez, se ejecutó el 11 de abril de 1855; la tríada de los Padres de la Patria la creó Lilís refrendando una Resolución congresual el 17 de abril de 1894; y la soberanía nacional fue doblegada nuevamente por 42,000 efectivos norteamericanos que desembarcaron al cuarto día de estallar la Revolución del 24 de de abril de 1965.
Ocho meses antes de la Batalla de Las Carreras, Santana había renunciado al período presidencial subsiguiente que en virtud de la Constituyente de San Cristóbal le correspondía ejercer hasta 1852. En su proclama del 4 de agosto de 1848 explicaba las razones por las cuales no permanecería en el poder más allá del término de su primer período constitucional. En sus propias palabras, algunas de ellas fueron las siguientes:
“El país goza de una perfecta tranquilidad; se han creado jefes beneméritos, y un ejército valeroso y valiente; tenemos armas y municiones con que defendernos en casos necesarios; cada dominicano es un centinela alerta de sus instituciones; han cesado todos los motivos porque pude consentir y admitir la Presidencia por ocho años; el período constitucional no es más que por cuatro años, con el saludable objeto de que role la Presidencia en todos los dominicanos, y yo he cumplido el mío”.
La potestad de convocar a elecciones pasó al Consejo de Ministros: “Tengo el honor de participar a ustedes que espontáneamente, y por puro amor a la libertad hago dimisión y renuncia formal del cargo de Presidente de la República, y desde hoy queda depositado el Poder Ejecutivo en vuestras manos para que conforme al art. 99 del Pacto Fundamental procedáis dentro de 48 horas a dar el decreto de convocatoria, tanto al Congreso Nacional como a los Colegios Electorales, para que procedan a la elección del nuevo Presidente…”.
El voto mayoritario favoreció a Manuel Jiménes, quien al mes siguiente, 8 de septiembre de 1848, empezó a gobernar.
Tras su triunfo en la Batalla de Las Carreras siete meses después, el mensaje de Santana a la nación del 13 de mayo de 1849, constituye una valiosa contribución histórica sobre ese importante episodio, según se evidencia en los siguientes fragmentos:
“Dominicanos: ya sabéis cuales fueron los poderosos motivos que me obligaron a dar mi dimisión en agosto del año pasado; desde entonces me habéis visto en el seno de mi familia entregado a mis ocupaciones domésticas; pero lamentando de antemano las desgracias que para el país habían de preparar un insondable abismo. Así lo predije al salir de Santo Domingo: ¡Así sucedió!”
“La noticia de los primeros desastres de Las Matas vino a agravar mis padecimientos; entonces ¡Cuánto no fue mi pesar en presencia de la fatal situación que tan de cerca amenazaba la República! La mía también era la más crítica; me hallaba colocado en la cruel alternación de dejar de ofrecer mis servicios, o aparecer sospechoso al mismo Gobierno”.
“Un decreto del Congreso Nacional me llamó para que me pusiese a la cabeza del ejército; obedecí al instante, creyendo todavía remediar algo de nuestros males; más como prueba de una indiscreta desconfianza, el Presidente anula ese decreto, y me manda a retroceder; manifestando así escandalosamente una desobediencia a la voluntad del poder soberano… ¿Y dónde estaba entonces el ejército de la frontera? No existía ninguno, y las reliquias del que se derrotó en Azua, andaban errantes sin jefes y espantadas”.
“En tan desesperada situación…después que nuestras fuerzas solo constaban en 335 hombres reunidos, me atreví a ofrecer al General Jiménes…hacer cuanto estuviese de mi parte para honrar su presidencia. Desde entonces, dominicanos, sin hacer caso de mezquinas pasiones y solamente movido por generosos impulsos, empecé a tomar disposiciones; hasta que llegado el momento supremo vio el enemigo desconcertados todos sus planes, y su grande y bien organizado ejército fue derrotado a mi presencia en la memorable jornada de Las Carreras! Allí volvió a respirar la agonizante República”.
“Mas ¡quién lo creyera!…Ni aun publicaron los partes que yo daba anunciando el triunfo; y si lo publicaron a cabo de semanas, devorados por una vergonzosa envidia, malintencionadamente ocultaron nuestro nombre…”, práctica, agregamos, que parece repetirse en la actualidad.
Pese a su contundente victoria militar, Santana no optó por una nueva postulación presidencial, recayendo la elección en Buenaventura Báez.
Su triunfo en la Batalla de Las Carreras trajo una paz de más de seis años. Durante su nuevo ejercicio constitucional, 1853 a 1857, tronchado en 1856 por el efecto Segovia, las tropas haitianas reaparecieron el 22 de diciembre de 1855 en Santomé y Cambronal, y el 24 del mes siguiente en Sabana Larga y Jácuba. Tras ser derrotadas nuevamente, jamás regresaron, al menos como fuerzas regulares del ejército haitiano.