Balzac: tragedia y comedia humana
La fila de los grandes autores de la literatura universal es casi interminable, entre los diez mejores están dos o tres que son genios. Invito a los lectores a ponerse de pies y hacer arcos de hojas de palma como en la época de los faraones para recibir “al más laborioso de todos los escritores, Honoré de Balzac (Francia 1799-1850). Un luminoso patriarca de la escritura que sonrió con humildad sin escuchar ovaciones ni aplausos no obstante de ser un “genio de genios”. Balzac, mundialmente conocido y mundialmente ignorado. Francia se olvidó de su grandeza, pese de ser un monstruo que no puede compararse a plenitud con nadie porque Balzac es una enciclopedia de las vivencias de los seres humanos pero que muchos no se han atrevido a abrir. Es un camino recorrido pero extraño y desconocido. Balzac es un universo que la literatura teme penetrar en él porque este genio de genios es aún un ser no tocado como las reliquias de la antigüedad cubiertas de misterios. Stefan Zweig hizo un intento por rescatarlo del secuestro que suelen permanecer los olvidados, le escribió la mejor de todas sus biografías: “Balzac: la novela de una vida”. De igual manera el cine contemporáneo hace esfuerzo por penetrar en este baúl cerrado, “Balzac una vida de pasión”. Una película Los cuadros hacen llorar. Una niñez cicatrizada por el abandono de su madre. En las primeras imágenes del film aparece un jovenzuelo alegre porque le anunciaron la visita de su mamá, la segunda en un período de 5 años. El infante corre con los brazos extendidos para abrazar a su progenitora pero esta con un desden propio del desamor le expresa que, “¡quien ha sacado mala nota en los exámenes no merece recibir el cariño de su madre!”. El Balzac niño quedó estupefacto y con un rostro marcado por la sorpresa. Años después, en una de sus novelas, “Lirio del valle”, apunta Balzac: “Me hallaba huérfano de todo afecto, y sin embargo mi temperamento era cariñoso. Los sufrimientos continuos a muchos hombres los degradan, convirtiéndolos en esclavos; a mí, la injusticia prolongada me acostumbró a ejercitar una fuerza moral y predispuso mi alma a la resistencia. Esperaba siempre un nuevo dolor, como los mártires esperan un nuevo golpe. La injusticia, en vez de rebajarme, me llenó de coraje”. Balzac en nada pudo complacer a sus padres, graduado de Derecho en La Sorbona, se le advirtió que, “te puedes dedicar a todo menos a la literatura”. El mensaje llegó tarde porque ya el país entero conocía la calidad de su obra literaria. En un pequeño folleto titulado “El código de la gente honesta o el arte de no dejarse engañar por timadores”, la crítica apuntaba, “es asombroso la sutil agudeza con que ve las cosas, la lucidez con que juzga a nuestros tiempos, a nuestro mundo. En ese librito hay material para 20 o 30 novelas. Pero además, ¿tendrá tiempo para escribirlas? Más que una interrogante se abrió un desafío en el ánimo de quien desde niño aprendió a tener coraje. Y como un genio de genios, todas las olas del arte de escribir movieron impetuosamente los sentimientos de Balzac, el cual poseído de un impulso carente de frenos, se lanzó a redactar centenares de páginas. El dique que contenía sus envases imaginativos rompió la dura estructura y sus manos no pudieron contener las miles de palabras que inundaron sus cuadernos de trabajo. Solo el Nilo en sus locas crecidas que arrastraban millares de sedimentos pudiera compararse con este escritor desbordado de creatividad. Lo que se derramaba sobre el papel eran toneladas de párrafos como lavas expulsadas de un volcán. El mundo no volvería a notar tanta furia reservada en una mano en movimiento que traslucía el pensamiento que descendía en cascada de aquella cabeza y que era imposible recibir en las líneas de apunte de su cuaderno ¡Imposibe! Aquella supermáquina que lanzaba pensamiento no encontraba ningún pulso humano que pudiera empacar a tiempo su producto. La laboriosidad de Honoré de Balzac no tiene comparación. Los siglos transcurridos antes de su nacimiento no pudieron parir un autor que dedicara más horas a redactar textos literarios como lo hacía Balzac. Prohíbo decir, Platón, Sófocles, Aristóteles, Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Molière o Shakespeare; ninguno de ellos pueden competir con este loco exagerado en el manejo brutal y sin descanso de la pluma. Sentado con una lámpara sobre su mesa de escribir, el reloj marcaba la siete de la noche y se iniciaba la jornada, durante diecisiete horas ininterrumpida aquel cerebro se mantenía encendido como el sol en los países donde durante tres meses no hay noche. Dos envases con líquido negro a ambos lados del despacho eran su compañía inseparable, uno con tinta y el otro con café expreso. Para Balzac esta era una placentera diversión, una comedia cuyo disfrute él no advertía que se convertiría en su tragedia. Y no era para menos, 65 tazas de café por cada jornada fueron marcando las cruces de su impostergable sepelio. El balance resultaba provechoso para la literatura y negativo para su salud. La tragedia y la comedia humana desfilaban por el mismo pasillo en que los genios ven nacer lo que nunca morirá, sus obras de arte, como Papá Goriot, Eugenia Grandet, Piel de Zapa, entre muchos de sus clásicos. La comedia humana, así tituló Balzac el más ambicioso proyecto narrativo que un autor se haya propuesto, preparar 85 novelas. Una hazaña poco creíble para quienes no sabían que este hombre era capaz de declarar que su única competencia en la redacción de libros serían los oficiales encargados de las actas de nacimiento, matrimonio y defunciones de toda Francia, porque fuera de ese contexto Balzac ni tuvo ni tendrá competencia. Años después, dos franceses intentaron proyectos similares, “Los Rougon Macquart”, que son un conjunto de 20 novelas escritas por Émile Zolá entre 1871 y 1893. También los trabajos de Marcel Proust publicados en la segunda década del siglo XX, varias novelas encadenadas bajo el título, “En búsqueda del tiempo perdido”, una joya de la literatura francesa. Pero la Comedia humana es el monumental legado de Balzac, que será imposible superar. Ocho decenas y media de novelas con cerca de cuatro mil personajes salidos de la mente de un genio de genios. Los autores que en su producción literaria llegan a más de cuarenta obras miran a Balzac como el eterno inalcanzable. “Ese hombre es una meta imposible, sería como llegar a otro planeta”. Balzac trabajó como un extraterrestre para su gloria y para su muerte. Su funeral -agosto de 1850- fue un acontecimiento indescriptible en el mundo de las bellas letras, solo el entierro de Jean Paul Sartre, siglo después lo pudo eclipsar, pero no en lo emotivo de la despedida. Toda la intelectualidad francesa en marcha hacia el Cementerio del Père-Lachais. Entre ellos, el más famoso actor del momento Frédérick Lemaître, además el pintor de mayor renombre Gustave Courbet. También los extraordinarios novelistas Alejandro Dumas -padre e hijo-. El panegírico fue encargado al más ilustre escritor del mundo en ese instante, su admirado, su íntimo e inseparable amigo, Víctor Hugo. Un rayo de sol secaba las lágrimas del autor de Los Miserables, con el pecho erguido como el sable de Napoleón y las manos en expresión sublime se escucharon sus palabras: A partir de ahora los ojos de los hombres volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado. Tened ante vuestros ojos el más grande de todos los pensadores y creadores de obras literarias que hasta este segundo ha tenido la humanidad: Honoré de Balzac, arrancado por la fatalidad con apenas 51 años de edad”. La concurrencia se fue disipando como las estrellas del amanecer. Empero, en la mente de los dolientes resonaban las expresiones de Víctor Hugo, “arrancado por la fatalidad con apenas 51 años de edad”. En este medio siglo de existencia Balzac produjo un centenar de obras de literatura. ¿Qué hubiese sido de esta maquinaria alimentada por pensamiento si la vida le hubiese otorgado veinticinco años más? ¿Cuántas novelas pudieron llegar a las librerías? ¡Sabrá Dios! Sin embargo, Balzac aun apagado por la tragedia de su comedia humana, es un lucero que alimenta su luz con el correr del tiempo, ese lucero enorme igual que un sol lo seguirá proyectando como un “genio de genios”.