"Bajo una misma estrella"
Hay una agencia de prensa internacional cuyo “plato fuerte” es enviar al mundo malas noticias de la República Dominicana para presentarnos como una sociedad llena de problemas. La misma ha llegado a señalar hasta que es un peligro viajar a este país. El fin de semana pasado, harto de leer los periódicos y únicamente encontrar malas noticias de mi país, lo que parece ser una campaña en contra de la nación, decidí irme al cine. Ya frente a la cartelera y sin muchas opciones, opté por ver la película «Bajo Una Misma Estrella». Terminada la misma me convencí de que, ciertamente, hay quienes saben cómo sacarle los chelitos a la gente del bolsillo para que consuman un determinado producto. Son los genios de Hollywood. Esta gente que es estratega en mercado y publicidad no se anda con subterfugios a la hora de hacer dinero. Sabe a ciencia cierta cómo se manipulan las emociones a partir de los instrumentos mediáticos y cómo, con imágenes y sonidos, se puede llevar al público a donde les plazca. Pero ya es conocido que no bastan los triángulos amorosos en el séptimo arte. A un amor hay que meterle algo trágico que haga que las personas se compadezcan de los protagonistas. Ya las historias a lo Titanic están muy manidas, por lo que se requiere de otros parámetros cinematográficos para convocar a la gente a pagar boletas en el cine. En esa razón de peso ($$$$) se enmarca la película Bajo Una Misma Estrella, la cual está basada en una novela de John Green, quien parece va a demostrar lo que es lograr hacer dinero con la puesta en escena de un amor de dos adolescentes condenados a muerte por el cáncer. Se procedió primero a buscar a dos jóvenes bellos, que dan buenas imágenes, como son Shailene Woodley y Ansel Elgort, quienes en base a muchos primeros planos y también a planos amplios con el detalle del paisaje, nos hacen llorar a raudales (confieso que mis lágrimas inundaron la butaca del cine). Si en Historia de Amor de 1970 (Love History), con Ali Mac Graw y Ryan O´ Neal, Hollywood puso de moda la frase de “… amor es nunca tener que pedir perdón…”, que la veíamos hasta en las guaguas de las rutas A y B de la Capital de esa época, ahora con Bajo Una Misma Estrella, nos dará hasta con el cubo del agua, por el efecto de compasión y de amor que emana de la relación sentimental entre Gus y Hazel, que es interrumpido y exterminado por la mortal enfermedad consistente en una dislocación de células y que mata a Augustus de primero. Un filme que fue producido con tan solo doce millones de dólares (hay películas en las que se han gastado más de 400 millones), y ya lo recaudado ronda los casi 100 millones de papeletas verdes, señal de que el negocio marcha viento en popa. Y es que, fruto del manejo de los sentimientos humanos que hace su director Josh Boone, ayudado por una inversión millonaria en publicidad, el melodrama Bajo Una Misma Estrella pinta ser un éxito taquillero. La post producción no es algo del otro mundo, pues la edición se circunscribió a pegar imágenes y sonido, aunque en honor a la verdad la música me encantó. Las actuaciones de Woodley y Elgort debieron ser más dramáticas, pues creo que ambos pudieron dar más histrionismos a sus papeles. La de Willem Dafoe es buena, pues en su rol de escritor borrachón (dicen algunos beodos que es mejor un borracho conocido que un alcohólico anónimo; pensándolo bien, no hay cosa más perversa que un intelectual alcohólico) la gente llega a odiarlo. Los flashback se limitan a permitirnos entender la trama de la película, como aquella en que la mamá de Hazel abomina de su rol de madre, que luego niega haciéndole saber que cuando ella muera la pareja se dedicará a ayudar familias en igual situación. No me gustaron as gráficas de los chat, pues le quitan intensidad a las escenas. Luego del éxito de Bajo Una Misma Estrella, a John Green, que únicamente hace dos años puso esta novela en circulación y ya está impartiendo charlas muy bien pagas de auto estima a diestra y siniestra, no duden en que un día su nombre, con la ayuda de la brutal propaganda mediática norteamericana, suene para algún premio Nobel, y no se asombren si la revista Forbes en algún momento lo declara como una de las personas más importante del mundo. Así es que se mide el triunfo.