Apreciando la verdad

La falacia, es una  palabra que une la verdad con la mentira, dejando una sensación de engaños en los que se encargan de oírlas sin discernimiento. Junto a ésta corredora de sinsabores, apareció la palabra relativo, la cual indica que toda mentira se convierte en verdad, para  cada sector social que la apresa en su recipiente del intelecto. Ambas, transitan por el mismo cause del río, llevando aguas turbias a la población inculta.

Se hace necesario, interpretar todo aquello que oímos, junto a lo que no hemos oído, pero que en realidad  está tácito en lo ya expresado que llegó a nuestro intelecto. Por eso, bien se ha determinado que se debe leer entre líneas, para obtener la sustancia de la verdad. Es que, la verdad es tan dura y transformadora, que el que la dice, debe reflejarla en su diario vivir, pues ella es transparente y se transparenta, en cada momento de la vida humana. Ella está a nuestra vista, aunque no la veamos.

En la vida política, la verdad es despreciada por aquellos que no tienen el mínimo sentido de realizar lo que dicen. Por eso, en las campañas políticas, sus sujetos nunca expresan el no, en cuanto a promesas se refiere. Por eso es que, ella en estos sujetos, no les acompañada en los abrazos a las personas de la tercera edad, ni en los besos a los niños con secreciones nasales. Pero, mucho menos, en donde pueden poner sus asentaderas. La verdad andan entre estos señores, pero no la dejan ver.

La sociedad simple, se asusta cuando oye la verdad. Siempre aparecen personas capaces de articular palabras de verdad, pero muchas veces no son entendidas, ya que están hablando en un lenguaje extraño, no común a los oídos de sus receptores. No entienden los conceptos económicos, ni mucho menos el progreso proclamado ante la pobreza que viven; son víctimas de su propia ignorancia, pero a la vez, de aquellos que los envuelven con sus palabrerías. Estas dos verdades progreso y pobreza extrema (indigencia), no se pueden reconciliar, a menos que una de  las dos desaparezca.

Salomón, rey de Israel, escribió: «Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia» Prov. 23:23. Se vendía en tiempo de este rey la verdad; en los tiempo de Jesucristo, también; y en nuestros días los mercaderes de ella, arropan las sociedades. La verdad es en sí misma una riqueza inigualable, pero el que no la aprecia, la vende como pan caliente a diferencia del pan, ésta es barata. El que la vende, no tiene dignidad en sí, y su conciencia tarde, o temprano le cobrará su valor.

Salomón, además,  escribió: «El hombre de verdad tendrá muchas bendiciones; mas el que se apresura a enriquecerse no será sin culpa» Prov. 28:20. La riqueza es la peor enemiga de la verdad, pues es capaz de socavar la base de ésta, que es la fe, como el apóstol Pablo escribió: «Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» I Ti. 6:10.

Poncio Pilato, político, y gobernador en Jerusalén, en los días de Jesucristo, no le interesó oír la verdad, a pesar de haberle preguntado a Jesucristo: «¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.» Jn. 18:38. Es que Pilato, buscaba violación a la ley romana, mientras que los judíos no les interesaba violación a  ley judía, ni romana y mucho menos divina; a ellos, lo único que les interesaba era eliminar a Jesús.

Sin embargo, Jesús es la verdad, como él lo expresó: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» Jn. 14:6. Como también está escrito: «Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz» Jn. 18:37, 38.

La verdad, se constituye en una trayectoria de vida, fundada en los valores que proceden de Dios, los cuales sobrepasan todo código de los hombres ya sea moral o legal. A la vez, es una forma de vida con sentido o propósito sujeta a la voluntad de Dios, que eterniza a la persona en su conciencia y en su integración del ser.  Esta realidad, solamente se ha manifestado en una Persona: Jesucristo, quien a la vez, la ofrece a sus seguidores. Apreciemos la verdad, como personas de verdad, capaces de transformar nuestras vidas; esa verdad es Jesucristo y toda verdad procede de él. Dios le bendiga.

jpm

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