¿Apostamos al olvido histórico?

 

 

La memoria histórica de toda sociedad organizada debe constituir un baluarte que las sucesivas generaciones deben tener siempre presente. Lo que hicieron o no hicieron nuestros ancestros, en momentos en que estaba en juego el honor y la soberanía de todo un pueblo, no puede ser echado al zafacón del olvido. Lamentable decirlo, eso está pasando en nuestro país.

 

República Dominicana cuenta con una apreciable cantera de profesionales en las más disímiles áreas del conocimiento, y en su inmensa mayoría jóvenes que se han labrado un futuro al fragor del sacrificio, que en incontables casos ha sido partiendo desde muy abajo en la escala social.

 

Tenemos una matrícula universitaria que ha experimentado un crecimiento vertiginoso a lo largo de los últimos años. Lo mismo se puede afirmar de la educación media y secundaria, aún con sus imperfecciones.

 

El tiempo nos da la razón para proclamar que algo ha fallado, pese a los altos rendimientos que haya de por medio. Todo indica que las nuevas generaciones en este país apuestan al olvido histórico, por lo menos en un porcentaje representativo. Algo intolerable en una sociedad que se considere pujante y vanguardista.

 

Parece no importar, pero mucho menos interesar, a una cantidad apreciable de la juventud dominicana tener dominio en lo que respecta a acontecimientos históricos. Esto a propósito de que contamos con miles de estudiantes que desconocen en lo más mínimo lo que fue la gesta patriótica iniciada el 24 de abril de 1965, en que se puso en juego la nacionalidad, cuando tropas norteamericanas intervinieron nuestra patria,

 

A propósito de conmemorarse recientemente el 41 aniversario de esa gesta patriótica, presenciamos en un canal de televisión el testimonio dado por estudiantes de la UASD, cuando declaraban ante la cámara que ellos desconocían qué se conmemora cada 24 de abril.  Ninguno de ellos tenía ni siquiera el más elemental dominio del tema que se les preguntó.

 

Situaciones similares se dan con la conmemoración de fechas patrias, como el 27 de febrero, 16 de agosto, 28 de abril, y hasta con las fechas de nacimiento de Duarte, de Sánchez y de Mella, para solo citar algunos ejemplos.

 

La escuela, institución primigenia en cuanto a llevar esos tipos de conocimientos, está en el deber de redoblar los esfuerzos para que cada vez se reduzca la cantidad de compatriotas que desconocen episodios tan trascendentales para mantener en alto nuestra soberanía como nación. Pero el interés particular por conocer lo nuestro debe primar por encima de lo que se aprenda en las aulas.

 

Los acontecimientos en que el pueblo dominicano ha demostrado su valor soberano son los que en definitiva han forjado nuestro carácter como pueblo combativo, soberano y que en distintas ocasiones ha sabido salir al frente de situaciones enojosas.

De seguir las cosas como van, con nuestros jóvenes apostando a la ignorancia con respecto a nuestro devenir histórico, nos espera un futuro cargado de incertidumbre.

JPM

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