Acoso escolar ¿quién dice basta?
Todavía soy diferente, afirma de manera contundente el letrero en la parte frontal de la guagua pública. Así de frontal ha de ser la determinación de quien asumió esa responsabilidad inmensa.
Ser desigual es exponerse a un colectivo que no lo acepta o porque de forma individual no le cabe en la cabeza o porque está sumado a un grupo que asume como correcto lo que piensa y hace la mayoría, sin cuestionamientos.
Por eso es más fácil el calificativo de loco, para designar a los distintos. Así no hay que analizar mucho. Por el irrespeto a las diferencias, el acoso escolar sigue como un grave problema en las escuelas públicas y privadas.
Porque no nos detenemos a prodigar a los semejantes el respeto que exigimos para nosotros, hay burlas a los niños por flacos, gordos, altos, bajos….
Porque tienen la voz gruesa o delgada para su edad, porque son inteligentes, porque no asimilan rápido, por soñadores, por parlanchines. Atacamos por todo lo que consideramos criticable.
Porque ni el Estado ni la familia invierten tiempo y esfuerzo en educar en la tolerancia y la aceptación desde la niñez, tenemos adultos incapaces de aceptar a los que tienen criterios distintos a los suyos.
Por esa misma causa, hay niños llenos a amargura, amilanados. Porque sus pares los marginan y resulta que esos pares son igual de víctimas, porque alguna vez sufrieron el acoso o porque no han sido orientados para que no lo practiquen.
Esto no es cosa de muchachos, relajo, simple broma. Este asunto es serio y como alerta la sicóloga Ivonne Guzmán, abanderada del tema, afecta el rendimiento del niño y le mata el amor por la escuela.
El trabajo empieza por casa. Criar hijos asertivos evita que dañen y que sean dañados.
jpm