A propósito de egoísmo

 

 

Como el Estado es de todos y lo que es de todos a todos  nos toca, parece que hay gente que cuando llega a una función  pública trata de llevarse lo más rápido posible su parte (o lo que entiende de manera sobredimensionada que le corresponde).

Ese bien común tan grande y al que unos pocos  desprenden  grandes pedazos que lo desangran, es el botín de guerra de los que a fuerza de estrategias en el amplio sentido de la palabra, logran asir el poder.

La facultad de gobernar la cosa pública es una oportunidad para acercarse a todos sus dueños pero a juzgar por la forma en la que actúan los que dirigen, parece más una empresa privada a la que solo privilegiados acceden.

Exacto, ese grupito de inquilinos son los que ayudaron al partido a ganar y los que no hicieron nada, mas son enllaves de los que trabajaron y tienen en común que no entienden que como espacio prestado deben dejar  en esa gran casa todo justo donde lo encontraron.

Pero la obsesión, la imposibilidad de ver sin desear, impide  que comprendan que los verdaderos dueños de esas pertenencias tienen derecho a poseerlas. El yoismo puede más.

Ese egoísmo colectivo, ese afán de poseer, sin importar a quién despojemos, quizás tenga raíz en la acción individual de codiciar los bienes de nuestro prójimo, al punto de que no podemos verle a alguien algo que nos gusta sin resistir la tentación de pedirlo.

Es  pensar que solo nosotros merecemos eso que llamó nuestra atención, y por tanto debemos tenerlo, sin que valga lo que sienta el propietario, el que pagó para poseerlo porque lo  necesita,  porque lo desea o porque le dio la gana, no importa.

jpm

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