Conversando, y no en la Catedral

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LA AUTORA es Psicóloga. Reside en Santo Domingo.

POR CLEMEN GARCÍA D.

Este fin de semana tuve la oportunidad de sostener una conversación inteligente. Una querida amiga de muchos años, empresaria, audaz, con temple y carácter, me abordó sobre temas de actualidad y que apasionan. Obviamente, ambas vivimos la realidad política de nuestro país tratando de que las pasiones no nos desborden.

Hablamos sobre “una estrategia directamente proporcional que existe entre la aprobación del proyecto de Ley de Partidos, el expediente Odebrecht y la reelección”. Las mujeres tenemos ese sentido que deja de ser sexto porque se vuelve infinito a la hora de ver lo que hay antes de doblar la esquina. Y estos casos no escapan a ello.

Comentamos la explicación que sobre la ley hiciera la diputada Faride Raful a través de su programa de radio y lo sucedido hasta ahora en el Congreso, refiriendo que el “tranque” en la Ley de Partidos lo tiene el grupo de diputados que representan la corriente del presidente Medina. Mi amiga al igual que Faride cree en que probablemente no se apruebe esta importante ley.

Contrario a ellas, sigo apostando al buen juicio del Presidente, y creyendo en su propuesta de “abrir un espacio al diálogo y explorar otras opciones”.

Pero dice mi valorada amiga, que “el tranque en la ley penosamente tiene olor a reelección. Mira Clemen, es como un libro de texto, todo está escrito”. Me sorprendió que viniendo de ella, esa sea su percepción. Entonces le recordé la última encuesta publicada en donde se añade un elemento que no contemplábamos antes, y es la valoración de la palabra presidencial.

Según Latin Insights, el 62% de la población cree que el presidente Medina va por la reelección a pesar de que ha alentado a un grupo de funcionarios a que promuevan sus aspiraciones presidenciales, pero sobre todo y lo más importante, de  que se lo prohíbe la Constitución.

Pero, lo peor es que el 66% se opone a que lo haga.

De ahí la resistencia en el Congreso a que pase una ley con tufo a reelección. El costo político para todo el sistema sería contundente, y moralmente sus representados se verían afectados por el peso del contubernio. La población pasaría factura en el próximo torneo electoral con su voto a todo aquel que sin que hubiera chiste quiso hacerse el gracioso.

Y sobre Odebrecht, sus consideraciones fueron sepultureras, sobre todo por qué unos sí y otros no. Prefiero no transcribirlas, por ahora.

Sí mencionar que me hizo prometerle que en el 2020 recordaríamos esta conversación. Añado que había un testigo. La pena es que no quisieron que hiciera  mención pública de sus nombres.

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