OPINION: Las huellas monárquicas de Daniel Ortega

La “democracia” se ha convertido en salvaguarda incólume de la corrupción de los poderes donde los gobiernos se entrampan para hurgar en lo más profundo, a fin de obtener logros sustantivos, mantenerse al mando y con ímpetu de sabiduría sustentar beneficios que coartan las libertades públicas.

 

Con el transcurrir de los años ese poder populista que se aposenta en las lides políticas de América Latina es el componente que sin menoscabo subyuga la libertad ciudadana, por ejemplo, lo que sucede hoy en día con el abuso sustentado en el poder cuestionado del presidente y líder sandinista Daniel Ortega en Nicaragua.

 

Las huellas monárquicas y de sangre que ha dejado Daniel Ortega en este país, son el reducto de un poder dictatorial que sumerge y profundiza los matices troncales de una democracia superficial con trabas, oportunista y violatoria de las Leyes que sustentan los derechos de los nicaragüenses.

 

Cuando todo un pueblo se empodera lanzándose a las calles para que se le respeten sus derechos es porque el liderazgo de poder sucumbe contra todo aquel que alberga esperanza de cambios para la mejora continua.

 

Las protestas que han generado varias muertes en Nicaragua conmocionan y no son causales para que se produzca el despido inmediato de la administración actual del Estado, se permita reiniciar el poder libre y democrático, como suele suceder,  donde solo familiares y allegados al presidente son favorecidos, mientras la población ve violado sus derechos.

 

Son contundentes las acusaciones probatorias vertidas contra Daniel Ortega para que lo destituyan del poder. Las respuestas de las autoridades judiciales han sido fundamentadas en el rechazo que todo gobierno sustenta cuando es víctima de críticas por el manejo desmedido del Estado, más aun, el común denominador se refleja en maltratos, agresiones y asesinatos, planificados y orquestados a mansalva por el régimen totalitario y dictatorial del gobierno.

 

Daniel Ortega es acusado de corrupción, chantajes, abusos sexuales, maltratos físicos y hasta complicidad en la administración pública de Nicaragua, mediante denuncias que no escapan al conocimiento de las autoridades judiciales, por ejemplo:

 

  1. En 1998 Zoilamérica Narváez Murillo, hijastra de Daniel Ortega, diputado ante la Asamblea Nacional de Nicaragua, denunció por medio de una carta publicada abusos sexuales y diversas agresiones físicas y psicológicas, infligidos en su contra, desde la edad de los 12 años; y hasta la fecha no hay visos condenatorios.

 

  1. El 5 de junio del mismo año se presentó una denuncia formal contra Daniel Ortega ante el Juzgado I del Distrito del Crimen de Managua, por los delitos de abusos deshonestos, violación y acoso sexual.
  2. Días después, la misma hijastra del hoy presidente de Nicaragua, Zoilamérica Narváez Murillo, solicitó a la Asamblea Nacional que desaforara a Ortega como diputado, pero eso no fue posible, porque siempre se pone en contrapelo el apoyo sin méritos de los compañeros de curules en las Cámaras Legislativas.

 

  1. En diciembre de 2017, Estados Unidos dejó de bostezar y acusó por fraude electoral y corrupción a Roberto Rivas, presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE) nicaragüense, volteado por la Global Magnitsky Act., ley sancionada por el Congreso de Estados Unidos en 2012, para perseguir corruptos y abusadores de los derechos humanos en el mundo, junto con casi una docena de empresarios y políticos de varios países,

 

Como suele suceder con los gobiernos que siempre buscan ser favorecidos por sus funcionarios, Rivas dirigió la oficina electoral de Nicaragua por casi dos décadas y construyó una fortuna compuesta de mansiones en Centroamérica, carros de lujo, yate, finca de café, un palacio  donde tiene casa Zinedine Zidane, valorado en nueve millones de euros, ubicado en el Parque Conde de Orgaz de Madrid y actualmente amasa una fortuna millonaria aunque sólo devengaba 60.000 dólares al año.

 

Visto este robo desmedido, Rivas es acusado de operar de manera fraudulenta las elecciones de 2006 y 2011, las cuales permitieron la consolidación del hoy presidente de Nicaragua, pero como Daniel Ortega era su amigo, desde 2007 fue removido de sus funciones en el Consejo Supremo Electoral y le otorgó un cargo honorario que mantiene su inmunidad judicial.

 

“Este es un Estado sinvergüenza que reconoce y exhibe a la vista pública la corrupción de sus más altos funcionarios y; al mismo tiempo; les brinda protección”, escribió Carlos Fernando Chamorro, director del Confidencial, medio independentista.

 

En Nicaragua desaparecieron las huellas del Daniel Ortega revolucionario-marxista que cultivó el apoyo de trabajadores, movimientos sociales, progresistas e intelectuales puesta en desuso por el proteccionismo de alianzas tácitas con la élite empresarial y el liderazgo conservador, mientras el precio de ese cambio desmedido contra la población está rompiendo las cimientes de la democracia.

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